He decido compartir un capitulo del libro que estoy escribiendo "Llámame Koni" un camino de regreso a casa. Espero leer sus come...

He decido compartir un capitulo del libro que estoy escribiendo "Llámame Koni" un camino de regreso a casa. Espero leer sus comentarios al respecto.

¿Católica yo?

CAPITULO 9



Srta. Rosa Espinel (Estudiante de Psicología)

Yo vi esos videos que hicieron popular a mi rockstar, sin embargo, siempre supe que eran exagerados, incluso algunos se atrevieron a hacer montajes ridiculizando, yo me calmaba pensando en que solamente sería una moda pasajera, como todas las de internet, sus videos se olvidaran como otros que en su momento fueron furor y ya nadie les menciona.

Pasaron unos meses del suceso de la catedral y Elías siempre iba a clases y, a pesar de mis ideas, la fama de él no disminuía, se mantenía estática. Quizás por lo enigmático que siempre se ha comportado. Algunas chicas se tomaban fotos con él y le presumían en las redes, en Facebook abundaron las paginas asegurando ser el “sayayin de León” sin embargo, nosotras sabíamos que ninguna de ellas era de él, sencillamente a Elías no le gustaban las redes sociales. Poco a poco las aguas se fueron calmando y las clases continuaron de lo más habitual.

Una mañana no tuve clases, pero nadie tuvo la bondad de avisarme, fue llegando a la facultad cuando me enteré. Molesta me senté en una banca del campus y empecé a mandar mensajes a mi grupo del WhatsApp.
Fue cuando le vi pegando en un poste el anuncio de la Jesús Party de ese año, llegué a ayudarle.

- Si quieres te ayudo a distribuirlas – le dije

- Esta bien – me dijo con aquella sonrisa que hacía chiquito mi corazón.

Le acompañé todo ese día, íbamos de facultad en facultad pegando las volantes para ese concierto, yo feliz de ir al lado de él sintiendo el olor de su perfume, era un aroma maderoso, como sándalo, muy varonil, su cara siempre bien cuidada, afeitado a ras y su cabello fino y delicado. Sí, estaba enamorada de él. Lástima que Elías no entendía las señales que le mandaba, los hombres siempre son complicados para eso, no saben descubrir el corazón de una mujer que late de amor por ellos.


- Rosita – me dijo, “recuerda mi nombre” fue lo primero que pensé – ¿no te gustaría ir al evento?

- Claro que sí Elías, yo voy cada año – “para verte” me mordí la lengua antes de decirlo- me gustan esos eventos.

- Pero – me dice, tomando en su mano una medalla de la Virgen María que colgaba de mi pecho – vos sus católica, verdad.

Me dio pena, no era católica al cien, solo iba a misa cuando me daba la gana y a una que otra actividad que organizaban los de la pastoral juvenil, pero en realidad me gustaban mucho más los eventos evangélicos, la música evangélica, ellos sí hacían grandes cosas para atraer a los jóvenes. Pero no pensaba dejar de creer en María, por eso no me decidía a aceptar esa fe.

- Pues qué te digo, si y no, no soy tan comprometida con mi iglesia

- No te preocupes, te quería preguntar algo sobre tu medalla, no era muy importante, pero me gustaría que fueses al evento, yo te puedo pasar trayendo, si quieres.

¡¿Cómo podía rechazar esa oferta?! Cuando se abre una puerta no queda más que entrar en ella, si no quizás nunca más estará abierta para ti.

- Claro que sí. Pero cuidado me dejas sola

- Mmmm, espero que no, sabes que me toca organizar muchas cosas estando allá, no te enojes si eso pasa. ¿Sí?

- Esta bien, es un trato. Te mando mi dirección en un mensaje oki.

- Esta bien Rosita.

Y se despidió.

Esa noche quería estar más presentable que nunca, estaba sumamente ansiosa, mi amiga no podía creerlo, saldría con mi rockstar.

Puntual, a la hora acordada estaba él afuera de mi casa esperándome. Salimos en dirección al campo Victoria, desde lejos se podrían ver las luces, parecía toda una fiesta, una explosión juvenil.

Elías desde que íbamos no paraba de hacer llamadas, que el sonido, que las mantas, que los trajes, parecía que estaba coordinando casi todo.

Allí me encontré a muchas personas conocidas, quizás esos videos virales habían ayudado a que el evento fuese masivo, todos querían escuchar a Elías, verlo actuar, y yo me sentía una pequeña cenicienta viviendo su sueño, al lado de él.

Y empezó el evento, el grupo entonó la canción que está pegando en todas las radios, una canción romántica con mensajes cristianos, todos nos emocionamos ya que han sido un éxito no solo en las radios cristianas sino está en los primeros puestos en las radios seculares. No lo podía creer.

Abrace a Elías emocionada. Él me devolvió el abrazo.

Siempre me he preguntado, ¿Por qué la Iglesia católica no hace eventos así? Siendo sinceros sus actividades son aburridas y cuando quieren hacer algo alegre nos ponen música secular.

Los jóvenes que queremos buscar de Dios no andamos con sed de lo mismo que podemos encontrar en el mundo, andamos con sed de espiritualidad, de escuchar una voz que nos direccione. Pero no, a ellos no les interesa que los jóvenes vivamos la fe, solo les importa mantener a las abuelitas siempre rezando rosarios y ya. Solo hacen los que más les acomoda. Y las pastorales llenan sus catequesis de temas de autoestima y sexualidad, pero nada de Dios. Y qué decir de los que le dirigen, por la mañana hablan de cristo y por la noche van a un bar. Doble moral.

Ya no quería eso, quería entregarme a Cristo completamente, sin medias tintas, abrir las puertas de mi corazón para que lo transforme completamente.

Esa noche, como ya me lo esperaba, Elías se marchó a lo suyo, pero yo, sin pensarlo recibí el mayor de los regalos, recibí a Jesús en mi corazón deshaciéndome de una vez por todas aquella medalla que era lo único que me mantenía siendo católica.

Me levanté a buscarla,  era imposible, ya se había marchado confundida con la tinta negra que la noche derrama. La noche en vela...

Me levanté a buscarla, 
era imposible,
ya se había marchado confundida con la tinta negra que la noche derrama.


La noche en vela recordando cada palabra, 
cada equivocación.
“¿Y si realmente la necesito?” 
La duda que invadió mis maquinaciones.

Necesitar el frío para anhelar el calor, 
necesitar el abandono para desear la cercanía, 
clamar por incertidumbre cuando necesitamos la fe.

Realmente necesito que aquel espectro oscuro y luminoso irradiara su llanto para experimentar la alegría.

Ya no soy el mismo. 
Y tengo que reconocerlo, 
estos años con Lilith marcaron realmente mi vida.

Salí al área del lavado, 
en el patio embalsado de la casa. 
Ahí me recosté en la humedad de aquel piso sucio con la esperanza de que apareciera, 
como lo hizo en Quilalí, 
como lo hizo en Waspam cuando igual a esta ocasión terminamos.

No lo hizo.
No lo hizo y me he percatado sólo.
Sólo y la esperanza que aquella que me llevaba al averno vuelva para volver con ella al cielo.

- No Lilith, no es suficiente. Ella se levantó de su silla y se acercó a mí, sentose al lado de mi cama y sonrió con tristeza. ¡Cuánto me du...

- No Lilith, no es suficiente.

Ella se levantó de su silla y se acercó a mí, sentose al lado de mi cama y sonrió con tristeza.

¡Cuánto me duelen esas sonrisas!

Tomó un mechón de su cabello que ya cubría su rostro frío y se lo acomodó detrás de su oreja.

- Listo, me voy entonces. - me dijo sin ver mi rostro, así huyendo su mirada, reflejos de un corazón roto.


- No sé - conteste, solo quería decir la primer palabra pero el orgullo sumó la segunda.

La casa estaba en silencio y las chicas de los demás cuarto de aquel alquiler seguramente dormían.

Lilith se reincorporó, acomodando su vestido negro como el cielo nocturno, sin verme sólo hizo un ademán de despedida con su mano izquierda.

- Espera – Creí haber dicho, tan sólo fue un pensamiento sofocado por el ego machista que destroza mi consciencia.

- Adiós Luis. – me dijo.

“Yo no soy Luis para ti, nunca me has llamado por ese nombre” pensé lleno de angustia pero no salían palabras de mi boca .

Entendí que mi nombre en ese momento significa un adiós rotundo e indefinido.

Y así, sin mas se retiró por aquella puerta cerrada mezclándose con las penumbras del pasillo.

Esa noche se marchó, y hoy he vuelto a estar sólo completamente, deseando recuperar la compañía de aquel espectro que una madrugada de abril apareció en mis pesadillas y habitó en mi lucidez. 


- No lo hagas – me dijo – creerán que estás loco. - ¿A qué te refieres? – pregunté observándola a los ojos - A eso – contestó refiriéndose a...

- No lo hagas – me dijo – creerán que estás loco.
- ¿A qué te refieres? – pregunté observándola a los ojos
- A eso – contestó refiriéndose a mi rostro.
El agua caía bañando su cabello negro el cual se escurría sobre sus hombros.
- Aun no te entiendo – frunciendo mi ceja en señal de confusión.
- Lo sigues haciendo, la gente te observa desde sus ventanas, esa señora ya está dudando de tu cordura.
- Ah, ¿te refieres a ir hablando contigo? Tranquila, por eso llevo los audífonos puestos, creerán que hablo por teléfono.
- No, no es eso, es a lo demás.
La lluvia se hacía más intensa, haciendo que una canaleta del techo por donde pasábamos arrojara un chorro fuerte de agua como si una ducha se tratara, no resistí la tentación y me abalance bajo él, bañándome por completo de aquella agua fría y agradable.
Lilith me observó unos pasos atrás cruzando sus brazos y agitando su pie impaciente y molesta.
- Listo Lucho, no me acuses a mí si luego la gente de Chinandega comience a señalarte por las calles o llamen al manicomio.
- Vamos Lilith, sigo sin entenderte.
- ¿Te das cuenta que estas completamente mojado?
- Si…
- ¿Y que está lloviendo a cantaros?
- Aja… estamos en invierno, es normal.
- Ok, y lo estas disfrutando.
- Claro
- A eso me refiero.
Lilith se recostó en la pared mientras yo seguía bajo el chorro de agua que cual cascada caía sobre mí diluyendo mi estrés.
- Lucho, la gente normal huye de la lluvia, se compra paraguas, esperan en un bajarete a que pase, o sencillamente no sale. La gente normal no disfruta mojarse, cuando eso sucede maldicen la lluvia, las nubes y al “estúpido clima” se encolerizan incluso con Dios acusándoles por el frio que sienten. Mientras tú te bañas como si fueras un niño, arruinando tus zapatillas, tu ropa y tu peinado, y lo peor sonríes, ¡Estas sonriendo!
- Claro Lilith, ¿Por qué tendría que rechazar este maravilloso regalo? La oportunidad de ser niño de nuevo, andar por ahí mojado sin que nadie te diga que luego te vas a enfermar, ¡dejar que el espíritu juvenil salga!
- ¡Ay Luchito!
- Vamos Lilith, mejor ven acá que aquí hay espacio. Que la gente crea que estoy loco, de todas formas las mejores personas lo estamos. Además que mayor locura puede haber que la de aquel hombre que disfruta vivir con aquella que le puede hacer morir.
Lilith sonrió maléficamente y se acercó a brincar bajo la lluvia, siguiendo por las calles en búsqueda de un mejor chorro de agua que nos quitara el estrés de sabernos vivos.

- Ya tenía tiempo de no hacer esto. - le dije. - ¿Hacer qué? - me contestó, sus ojos radiantes me observaban con aquella mirada de siempr...

- Ya tenía tiempo de no hacer esto. - le dije.

- ¿Hacer qué? - me contestó, sus ojos radiantes me observaban con aquella mirada de siempre, inquieta por mis respuestas.

- Caminar solo. - Le contesté, el viento cálido de chichigalpa soplaba en mi rostro y hacia mover un poco aquel vestido rojo que ella traía.


Antes de conocerla creía que tenia la capacidad de leer mis pensamientos, hoy entendí que no, solo intuye lo que mis ojos revelan.


- ¿Solo? - me preguntó, su ceja delineada se encorvaba en expresión interrogativa. 

- Sabés a lo que me refiero - le dije tocando levemente su hombro - solo, sin prisa ni necesidad de llegar a ninguna parte. Así solo, contando los pasos, decidiendo si darlos o no, detenerme o avanzar, aquí solo con mi Lilith, mi acompañante. - su expresión se vio mas relajada cuando la mencioné.

- Lucho, lucho, - me dijo mientras se detenía en el anden que va desde el Instituto al reparto Erick Ramirez - ¿en serio no tenés prisa? - su sonrisa picara me retaba.

Me detuve al lado de ella acercando mi rostro al suyo devolviendole la sonrisa.

- No, Lilith, no tengo prisa, puedo quedarme aquí frente a vos si querés.

- Yo quiero caminar - dijo sacando su lengua, y empezó a avanzar frente a mí dejándome en aquella orilla.

- A pues yo también camino. - le dije, ella se detuvo, mientras el viento jugaba de nuevo con su vestido.

Bajo su rostro y olvido aquella sonrisa que llevaba consigo.

- No tenés prisa porque no tenés a donde llegar ni quién te espere. - me dijo, así con su rostro pálido viendo sus pies. 
Recordé, mi corazón quedó en Quilalí en dos personas que me esperan, ellas eran el motivo de correr de la oficina a la casa, ellas eran la razón de contar los minutos por la salida, por ellas no quería salir de la casa y tocaba correr para llegar al trabajo, ellas eran la causa de mi prisa.

- Sí, la soledad me libera de la prisa, pero bendita prisa si me quita esta pesada soledad. - concluí.

Ella me abrazó y avanzamos en silencio en aquel anden colmado de gente desconocida, sin ningún saludo, ninguna sonrisa, con el clima lo único cálido que recibí esa tarde.

- ¿No te da pesar irte de Quilalí? - me preguntó, yo tomé un sorbo de la taza de café contemplando el árbol de navidad en la esquina de la s...

- ¿No te da pesar irte de Quilalí? - me preguntó, yo tomé un sorbo de la taza de café contemplando el árbol de navidad en la esquina de la sala. Me recosté en el sofá y suspiré.

- Imagino que irás conmigo - pregunté casi afirmándolo, casi pidiéndolo, deseándolo.

Ella se sentó a mi lado, afuera caía una ligera brisa que ahondaba el frió, "a veces no sé si exprimir el sol para sentir calor" me dije a mi mismo, apesarado por haber vivió el máximo viento invernal que ahogó la llama de mi entusiasmo, de mi vida.

- Por supuesto que sí - contestó, su cuerpo fúnebre era aquella nieve cargada de calidez. - Pero eso no contesta mi pregunta, ¿En serio te irás?

Puse la taza de café en la mesa de centro, me levanté, di unos pasos a la puerta principal, la gente pasaba y observaban, como si supieran la respuesta de aquella pregunta.

- No sé qué decirte - le dije, ella se quedó observando sin variar su postura.

- Habla con el corazón, como sabes hacerlo, habla en prosa - me insistió.

- Sabes, - acercándome a ella, contesté - en Quilali he vivido las mas intensas de mis soledades, perdí mucho de mí mismo, mi esencia se destiló entre los arboles de pino y el río jicaro, y ahi, en la nada muchos de mis sueños se redujeron a escombros, muchas de mis pretensiones se convirtieron en fracasos y yo poco a poco me empece a mezclar en las sombras del pecado. Herí y resulté completamente herido.

Ella no decía nada, ahí sentada solo se dispuso a rellenar mi taza de cafe.

- Hace unos años me recibieron, me aceptaron como uno de ellos, me paseé por sus plazas, por sus calles y sonreía, te lo juro, me sentía en casa, quilaliano me decía, pero, como el lobo de Gubbia, "me apalearon y me echaron fuera. Y su risa fue como un agua hirviente" conocí lo peor en unos pocos meses y, aunque a veces inocente fue para mí casi la experiencia de la muerte. ¿Pesar? no lo sé Lilith, ya no quiero vivir en este estado del alma, es una agonía constante.

- Agonía - me dijo haciéndome un gesto que me invitaba a sentarme a su lado.

- Sabes, ver caer ese castillo que construiste, no con ladrillos, no con cemento, ¡con lagrimas y sangre! y, así como si nada, lo derrumban a tus ojos mientras te acusan de traición. No, Lilith, mi corazón no soportó tanto, se marchitó y seguramente por eso a él no lo he visto, se perdió desde aquella noche que la muerte vino a mi y me reclamo como herencia.

- Pero estas aquí, aquí conmigo.

- Lo sé, Lilith, pero no eres lo suficientemente real. - Mis labios empezaron a temblar desfigurando mi rostro en una amarga mueca.

- Lucho, llora, no te reprimas esa pesadumbre que se materializa en tus ojos como manantial caudaloso.

Me acerqué a su hombro y lloré, como ya muchas veces lo he hecho. Mis mejillas se gastaron en este pueblo se erosionaron por el correr de mis lagrimas saladas, que nadie vio o que muchos aun a estas fechas han ridiculizado.

- Sabes, Lobo de Gubbia - me dijo con una leve sonrisa mientras secaba mi rostro - toma tu taza de café.

No lo entendí, me senté y bebí de la taza que Lilith me servía, en ese momento, como una catarsis, como una epifanía mis ojos se abrieron, el sabor de aquel café me trasladó a muchos lugares, momentos.

Me vi en la cocina de Ivan con aquellos chistes picantes y aquellas platicas de teología, con Magda y Blanca riéndose o ruborizándose según lo que decíamos.

Me vi en la sala de Jorge y Heymar hablando de anime, Los Simpson o de aplicaciones de teléfono, acompañado por Douglas, Evert y una que otra vez de Janier, el Cristianeitor.

Me vi en casa de Rudy y Elizabeth conversando sobre guitarras, sobre proyectos, sobre filosofía. Me vi en Caulatu, en casa de Koni, Lilian o de Christian.

Me vi en San Bartolo, en casa de Doña Maria, en Arenales con Iris, Rosa y Dilcia.
Me vi en Wanas, Las Cruces, Las Vigías, me vi en tantos hogares, me vi en tantas alegrías, incluso me vi en la oficina, con tantas conversaciones algunas profanas otras divinas.

- Sin café es imposible agradar a Dios, decías ante cada taza, recuerdas.

Sonreí, la nostalgia me invadió, había ido detrás de la libélula vaga sin entender que en esas oscuridades extremas experimenté el mas bello sol.

- Lucho, ¿ahora lo entiendes? tuviste que pasar por los mas oscuros valles para conocer la mas radiante luz, y todo, absolutamente todo formó parte del plan que él marcó para ti.

- Fue el mas cruel plan.

- Así obra él, hace pasar a los suyos por las llamas mas intensas, conociste el amor de tus amigos, los que te defendían, Nereyda, Lexania, Yarileth; los que te aconsejaban, Glendys, Teresa, Manuel. Habían algunos que tan solo te brindaban compañía, otros oraban por ti. Luchito, tuviste grandes razones para ser feliz.

- Y ahora que te vas, lleva contigo la mas grande sonrisa, amaste, fuiste amado, se feliz, aunque no lo notaste,


Cuando las luces se vayan apagando y la oscuridad gobierne mi nada quiero que estés ahí ahí con tu mirada tu perfume de azahar y l...

Cuando las luces se vayan apagando
y la oscuridad gobierne mi nada
quiero que estés ahí
ahí con tu mirada
tu perfume de azahar
y la certeza de tu amor.

Cuando me reduzca a polvo
a lamentos y llantos
cuando se evapore la ultima lagrima
cuando se marchite la flor
quiero que estés ahí
cual bálsamo agradable 
confortando mis dolores
rearmando mi existencia
escribiendo mi epitafio
ahí, en donde te necesito
ahí, en donde solo tú bastas.

Cuando mi nombre sea olvidado
y mis palabras se vayan con el viento
cuando mi rostro marchito 
ya no aparezca en las memorias del olvido
quiero que estés ahí,
ahí contando mi leyenda
ahí recitando mis poemas
ahí resurgiendo mis sueños.

Cuando ya la vanidad se agote
y se espume como las olas mi ser
quiero que estés ahí
tú rostro imprimiendo en el mio
tu sonrisa y tu mirar
tu corazón habitando en mi pecho
y tu amor purificando mi infidelidad.

Quiero que estés ahí
trasmitiendo mis anhelos a una nueva generación
cumpliendo mis sueños en los que vendrán
y animando a otros 
con la dedicación de un amigo
con el ímpetu de un platónico amor.

- Ya no puedo más - exclamé, nadie lo percató, fue una declaración ruidosamente silenciosa, sin embargo con un eco profundo en mi cora...



- Ya no puedo más - exclamé, nadie lo percató, fue una declaración ruidosamente silenciosa, sin embargo con un eco profundo en mi corazón - Ya no puedo más - grité ineludiblemente, fue imperceptible a mi auditorio quienes me observaban en esperas de algo mejor.

La mañana, aún y su belleza, su verde y su ambición de ser cada vez más hermosa permanecía abstracta a nuestro ojos, no la reconocemos, nos era ajena a la discusión entablada, los árboles balanceados por una leve brisa, las aves cantando su monótona pero rítmica canción, y los multicolores reflejos del jardín eran tan solo un trazo de pintura inocua para aquella conversación cotidiana.

¿De qué hablábamos? de Dios.

Y sí, hablar de Dios ya se había vuelto rutina, cada mañana en la sala con vista al jardín nos reuníamos a hablar de ese ser lejano y cercano, etéreo en nuestra limitada concepción, incorpóreo o material. Todo ello me tenía cansado, la deidad parecía ser a mí solamente un referente de nuestra propia limitación.

- Luis - preguntó Nereida - entonces el amor de Dios es independiente del pecado.

Y contesté, contesté reproduciendo en mi mente aquel mp3 grabado, como si de Siri me trataba, respondiendo las preguntas con certeza intelectual mas carente de alma. Algunos recibieron mi respuesta con agrado, otros, mentalmente dijeron su frase "cuanto sabe" con aquel cargado tono de sarcasmo, no importa, eso es lo de siempre, yo sencillamente entré de nuevo en mi forma de reposo a la espera de otra pregunta directa.

- Ya no puedo más - repetí, tanta hablar de Dios y no hablar con él me tenía agotado, mi espíritu degradado cual tierra reseca sin señal próxima de lluvia, te has marchado, te has ido realmente.

- Sí, Lucho, se ha marchado - ella nuevamente, apostada de pie detrás de mi asiento, poniendo sus manos en mi hombro y acercando su cálido aliento a mi oreja - se ha ido, y al parecer no volverá.

No le contesté, creerán que estoy loco, si ya muchos notan mi falta de cordura escucharme hablarle a aquella mujer sería la confirmación del extravió de mi lucidez, sin hacer gesto alguno le escuché.

- Y creo que fue mi culpa, Lucho - me dijo mientras sus manos masajeaban mis hombros cansados. - Es mi culpa, porque, aunque lo niegues, te has enamorado de mí y ya no quieres dejarme.

- Te odio - le dije. Miguel giró su cara a mí. ¡Me escuchó! fue lo primero que pensé.

- ¿Me hablaba Luis? - dijo, negué con la cabeza, que suerte que él sea sordo de un oído. Lilith solo se rió con carcajadas sonoras.

- No Luis - insistió Lilith - Vos me amás, te negás a esa realidad, pero disfrutás mi compañía y he llegado a descubrir que genuinamente me extrañás.


El devocional continuaba, las lecturas bíblicas insistían en el amor de Dios y la magnitud de ese amor, mas yo ya lo sabia, ya lo he experimentado, el amor de Dios es tan grande como su abandono.

- No te confundas, amor - Me dijo Lilith mientras se sentó en mis piernas, tomando mis manos para cubrir su cintura - él te ama, mas de lo que yo podría amarte.

- Pero - hice como si a ellos les preguntaba - ¿Qué significa realmente el amor de Dios? ¿Hasta donde podemos atenernos a ese amor? ¿Algún día dejará de amarnos?

Mildred contestó a ello con un rotundo no, nunca nos dejará de amar.

- Sí - contradijo Lilith, aunque su respuesta no fue escuchada - sí Lucho, su amor se agotará, en un momento dejará de esperar por ti y sencillamente te dará la espalda. Yo lo sé Lucho, sé lo duro que es su rechazo, su espalda lacera tu cara, la desgarra y tus lagrimas no bastan, cuando él ama, lo hace intensamente, pero cuando deja de hacerlo la fuerza de su rechazo es insondable, profundo, arcano. A eso ustedes han llamado infierno, pero olvídate de las llamas, no existen, olvídate de los castigos, no los hay, solo su repudio, saberte lejos de aquella mirada.

Con mis ojos aterrados le pregunte sin palabras, el momento en que el amor inagotable se evapora. Lilith que sabe interpretar mis ojos me contestó.

- Cuando se acabe tu tiempo de misericordia, es decir, el día en que mueres. De ese día depende si pasaras a gozar de la visión salvifica o estarás entre los desterrados de su corazón. Mira Lucho, quizás ahorita no lo percibas pero si respiras, si aun te mantienes en este plano existencial es sencillamente gracias a su amor, él te está dando otra oportunidad. Aprovéchala.

- ¿Qué tengo que hacer? - dije

- Lo que le toca en su plan mensual - dijo Holvin al escuchar mi pregunta.

Lilith volvió a reír, no lo vuelvo a hacer, Lilith no debería de venir cuando estoy en mi trabajo, ella ya lo sabe.

- Pide un nuevo corazón, uno que ya no me ame y que esté dispuesto a amarle a él de nuevo. - Me dijo, sus ojos acuosos, cual represas contenían aquella lágrima que saldría, me dio un beso y se reincorporó. Avanzó a la puerta que da al jardín y allí me sonrío.

Se quedó todo aquel día en la oficina, yo de vez en cuando levantaba mi rostro del computador y le observaba con tristeza, con cariño y quizás, solo quizás, con amor, como ella decía

- Gracias - le dije. Tome aquel licuado de leche y me senté en una de las bancas. Había mucha gente, muchas conversaciones, muchos abra...

- Gracias - le dije. Tome aquel licuado de leche y me senté en una de las bancas.

Había mucha gente, muchas conversaciones, muchos abrazos y yo me encontraba solo, solo y mis incertidumbres y mi locura, solo con la nostalgia y la melancolía, solo sin nadie más.
El parque estaba colmado de almas, que pasaban de un lado a otro sin observar a aquel extraño que, sentado en un rincón al lado de la concha acústica observaba la cruz del campanario de la Iglesia de San Blas.

Ahí estaba, era un extranjero en la tierra que me vio nacer, Chichigalpa, nadie sabía quién era, no sabían de donde venía ni cuánto tiempo estaría. Nadie me conocía. 

Es increíble como cambia todo en diez años.

Bebí de mi licuado y me recosté, la cruz del templo se mantiene aun erguida en su tenacidad de anunciar la salvación. Una antena sobresalía al lado de ella.

- Es un pararrayos - me dijo.
- Decidiste venir aquí también - le contesté.
- Sí, sabes que siempre que te sientes solo yo aparezco contigo.
- Aunque nunca es a ti a quien espero - le contesté.

Ella sonrió. Le pasé de aquel licuado y le bebió recostándose a mi lado.

- Notaste que el pararrayos es más alto que la cruz - le dije sin dejar de ver aquel campanario.

La gente seguía pasando y muchos se sentaban cerca a aprovechar la señal gratuita del Wi-Fi que aquel parque ofrecía.

- Sí - me dijo ella - así tiene que ser.

Escuchaba unos cánticos procedentes del templo, parecía haber un retiro dentro, un retiro de jóvenes.

- Es un retiro ¿verdad?
- Así parece.
- Ya no me alegra - le dije, ella me observó dándome de nuevo el licuado, yo continué - he luchado por una Iglesia de la cual me siento defraudado, me han dejado solo, me han señalado.
- Lo entiendo Lucho.
- De no ser de haberlo conocido incluso a estas alturas podría dudar que él existe.
- ¿Y dudas, Luchito?
- Ya ha sido un año de su abandono, ya ha sido un año en que él no me ha acompañado, no me ha defendido, en que me ha dejado a las manos de mis adversarios.
- Luis, ¿estás perdiendo tu fe?
- A veces creo que sí. - dije y suspiré.

Los cánticos se convirtieron en oraciones, y su murmullo llegaba hasta donde yo me encontraba. Empecé a llorar.

La gente seguía de largo y nadie me observaba, es mejor, no me gusta que me vean llorar y hablar solo, si estoy loco es cosa sola mía.

Lilith se acercó y me abrazó. Como niño lloré en su hombro, de nuevo. Ya no llevo cuenta de las veces que lo he hecho.

- Sabes, Lucho, - me dijo retirándose un poco - recuerdas el pararrayos.
- Sí - le dije - dime.
- Sin esa antena la Iglesia sufriría mucho ante las tormentas que, como ya sabes, son habituales. El pararrayos está destinado a recibir toda la violencia con tal que su Iglesia siga en pies. El pararrayos mantiene a San Blas viva. 

Me limpió el rostro y me observó a los ojos 

- Los jóvenes que están en ese retiro necesitan a ese pararrayos, aunque no lo saben, ni siquiera lo imaginan. Tú eres un pararrayos, la Iglesia te necesita, aunque te va a doler, ya venciste a la muerte, con él, ¿qué no vencerás?

Quedó en silencio, y como si había hablado de mas.

- Como siempre yo - atinó a decir, se me acercó y me besó. Puso su mano en mi hombro y sonrío apenada.

- Hasta pronto, mi ser- me dijo despidiéndose y se fue tiñendo entre la multitud de personas que venía e iban.

Me quedé como siempre, perplejo por aquel Súcubos y sus hermosos consejos, tan bellos como sus ojos ardientes.


Un estruendo a lo lejos anunciaba la lluvia que se aproximaba mientras aquel retiro dentro proseguía con toda la seguridad que aquel humilde pararrayos brindaba.

Ya no quiero seguir existiendo, la batalla ha matado mis energías y mi esperanza, ya no puedo mas, me rindo ante la vida y ante aquel que ca...


Ya no quiero seguir existiendo, la batalla ha matado mis energías y mi esperanza, ya no puedo mas, me rindo ante la vida y ante aquel que calla, sus mudos labios no han contestado mis plegarias y mi soledad cada ves es mas pesada.

Quilalí es tan vacío, a las diez de la noche todas las personas se encierran en sus habitaciones, cual agorafobicos temen a salir ante la oscuridad nocturna, nadie sabe, sospecha o intuye que deambulo en sus calles cual espanto nocturno o ángel caído. La rotonda frente al puente del Río Jicaro es mi refugio a mis locuras noctambulas.

Ahí en la soledad absoluta, veo el correr del tiempo frente a mis ojos, y el cadáver de mis sueños llevado en procesión hasta el sepulcro del olvido.

- Ya hace mucho que no apareces, me has abandonado a la suerte y a las manos de Lilith quien altera mi cordura y me hace desear la muerte.

Las calles vacías se cubrían de la negra brea de la noche, la oscuridad es apremiante frente a la necesidad de ocultar mis lagrimas, mi rostro desfigurado en una mueca patética y mis manos temblando ante el temor del mas allá.

- ¿Porqué me encomendaste esta misión que me obliga a olvidar mi propio ser? Ya no puedo ante los demonios que me circunda, quieren mi sangre y la han conseguido, quieren mi martirio y ya solo espero el toque de muerte, el jaque mate final.

Un viento frío descendió de las montañas de Quilalí, un silbido terrorífico que susurra a mi oído con un escalofrío el "quod sit ultimum" que he pedido y que ahora temo "veniat mors"

Un espectro avanza con lentitud, sus vestiduras oscuras y su rostro oculto tras un cabello negro, me pongo en pie ante esa figura amenazante, pienso en huir, mas mis pies no reaccionan.

veniat mors escucho nuevamente. Viene la muerte

Dos pasos atrás, no consigo huir, su mano gélida aprieta mi cuello con fuerzas, siento perder mis energías y ceder mi espíritu.

- singulare certamen - dijo elevando mi rostro a su cara - Pelea.

Mi cuerpo se entumecía ante la presión que me impedía respirar, sus ojos luminosos, cual brazas encendidas me observaban desfallecer

- SINGULARE CERTAMEN - gritó con fuerzas, su respiración parecía a la de un toro enfurecido.

Ahí frente al espectro de dos metros de altura que amenazaba con robar mi vida, mis pensamientos se debatían entre ceder mi espíritu muriendo en las manos de aquel desconocido o en luchar por mi vida.

Decidí arriesgarme si de todas formas moriría al menos que sea heroicamente.

Levanté mis manos a la altura de su rostro, mis dedos pulgares los enterré en los ojos incandecentes presionando con todas las fuerzas que cabían en mi pecho, comenzó a gritar de dolor, soltando mi cuello permitiendo mi respiración, caí fuertemente al adoquinado de la calle. El dolor fue insoportable.

Se lanzó sobre mí nuevamente, la adrenalina comenzó a fluir por todo mi ser, tomé sus manos y les sujeté fuerte, ahora que lo recuerdo no logro comprender de dónde saqué aquellas fuerzas.

Golpe tras golpe y la contienda persistía, estaba decidido a quitarme la vida y yo decidido a morir luchando, mi cuerpo cada ves mas lastimado pero las fuerzas se renovaban a cada golpe recibido.
No logro recordar cuantas veces mi rostro fue restregado en las piedras de la calle.

Al fin me sujetó fuertemente, presionando mi pecho, grité de dolor y, sin saber cómo, golpeé con fuerzas su entre pierna con mi rodilla.

Cayó al suelo retorciéndose del dolor.

Tomé una piedra cercana, la levante con intención de lanzarla cuando.

- Lucho, has vencido.

Su voz, no puede ser, es él.

Se puso en pie, despejando su rostro ante mí, esa visión fue celestial, era él, toda la noche fue él.

- Ya no temas mi hijo, has luchado contra mí y has vencido, ahora dime, frente a qué te podrás doblegar.

Quise arrodillarme y llorar a sus pies, quise abrazarle y pedirle que no me deje de nuevo, quise decirle que si él no soy nada, sin embargo mi cuerpo no reaccionaba.

- Hoy es el día en que te he restaurado luchito, hoy es el día en que te preparo, crees que lo que has vivido es duro, la batalla a penas empieza. Ve en paz, y lucha con todas tus fuerzas. Ganaras la guerra que se ha tramado en tu contra y recuerdalo yo mismo lucharé a tu lado.

y con esas palabras desapareció de mi vista mientras a lo lejos, detrás de las montañas de Quilalí el sol de nuevo aparecía.

Vete Arranca cada tramo de esperanza de esta inútil relación que no quede nada de ti en mi vida Vete Llévate contigo los recuerd...

Vete
Arranca cada tramo de esperanza de esta inútil relación
que no quede nada de ti en mi vida

Vete
Llévate contigo los recuerdos y fantasías
la música y los aromas

Vete
Y destruye de una ves el corazón sangrante
que en tus manos estrujas

Vete
Y asesina la ilusión de cada una de mis utopías
mata al poeta iluso que creyó en el amor.

Vete
Y deja que mi locura lapidante me consuma
y mis mayores miedos se evoquen.

¿Porqué no te fuiste antes de aparecer en mi vida?
¿Porqué no me fui al saber quién eras?
¿Porqué creí que la redención llega a cualquiera?
Ya no creo en el corazón humano
en el amor mítico que se oculta tras los bastidores
de esta obra patética
en donde el hidalgo soñador
muere atrozmente.

Vete
Pero hazlo de una ves
antes que mi estupidez domine de nuevo
y crea en tus falsas palabras.

Vete, pero hazlo ya.