Ya no quiero seguir existiendo, la batalla ha matado mis energías y mi esperanza, ya no puedo mas, me rindo ante la vida y ante aquel que ca...

Veniat mors


Ya no quiero seguir existiendo, la batalla ha matado mis energías y mi esperanza, ya no puedo mas, me rindo ante la vida y ante aquel que calla, sus mudos labios no han contestado mis plegarias y mi soledad cada ves es mas pesada.

Quilalí es tan vacío, a las diez de la noche todas las personas se encierran en sus habitaciones, cual agorafobicos temen a salir ante la oscuridad nocturna, nadie sabe, sospecha o intuye que deambulo en sus calles cual espanto nocturno o ángel caído. La rotonda frente al puente del Río Jicaro es mi refugio a mis locuras noctambulas.

Ahí en la soledad absoluta, veo el correr del tiempo frente a mis ojos, y el cadáver de mis sueños llevado en procesión hasta el sepulcro del olvido.

- Ya hace mucho que no apareces, me has abandonado a la suerte y a las manos de Lilith quien altera mi cordura y me hace desear la muerte.

Las calles vacías se cubrían de la negra brea de la noche, la oscuridad es apremiante frente a la necesidad de ocultar mis lagrimas, mi rostro desfigurado en una mueca patética y mis manos temblando ante el temor del mas allá.

- ¿Porqué me encomendaste esta misión que me obliga a olvidar mi propio ser? Ya no puedo ante los demonios que me circunda, quieren mi sangre y la han conseguido, quieren mi martirio y ya solo espero el toque de muerte, el jaque mate final.

Un viento frío descendió de las montañas de Quilalí, un silbido terrorífico que susurra a mi oído con un escalofrío el "quod sit ultimum" que he pedido y que ahora temo "veniat mors"

Un espectro avanza con lentitud, sus vestiduras oscuras y su rostro oculto tras un cabello negro, me pongo en pie ante esa figura amenazante, pienso en huir, mas mis pies no reaccionan.

veniat mors escucho nuevamente. Viene la muerte

Dos pasos atrás, no consigo huir, su mano gélida aprieta mi cuello con fuerzas, siento perder mis energías y ceder mi espíritu.

- singulare certamen - dijo elevando mi rostro a su cara - Pelea.

Mi cuerpo se entumecía ante la presión que me impedía respirar, sus ojos luminosos, cual brazas encendidas me observaban desfallecer

- SINGULARE CERTAMEN - gritó con fuerzas, su respiración parecía a la de un toro enfurecido.

Ahí frente al espectro de dos metros de altura que amenazaba con robar mi vida, mis pensamientos se debatían entre ceder mi espíritu muriendo en las manos de aquel desconocido o en luchar por mi vida.

Decidí arriesgarme si de todas formas moriría al menos que sea heroicamente.

Levanté mis manos a la altura de su rostro, mis dedos pulgares los enterré en los ojos incandecentes presionando con todas las fuerzas que cabían en mi pecho, comenzó a gritar de dolor, soltando mi cuello permitiendo mi respiración, caí fuertemente al adoquinado de la calle. El dolor fue insoportable.

Se lanzó sobre mí nuevamente, la adrenalina comenzó a fluir por todo mi ser, tomé sus manos y les sujeté fuerte, ahora que lo recuerdo no logro comprender de dónde saqué aquellas fuerzas.

Golpe tras golpe y la contienda persistía, estaba decidido a quitarme la vida y yo decidido a morir luchando, mi cuerpo cada ves mas lastimado pero las fuerzas se renovaban a cada golpe recibido.
No logro recordar cuantas veces mi rostro fue restregado en las piedras de la calle.

Al fin me sujetó fuertemente, presionando mi pecho, grité de dolor y, sin saber cómo, golpeé con fuerzas su entre pierna con mi rodilla.

Cayó al suelo retorciéndose del dolor.

Tomé una piedra cercana, la levante con intención de lanzarla cuando.

- Lucho, has vencido.

Su voz, no puede ser, es él.

Se puso en pie, despejando su rostro ante mí, esa visión fue celestial, era él, toda la noche fue él.

- Ya no temas mi hijo, has luchado contra mí y has vencido, ahora dime, frente a qué te podrás doblegar.

Quise arrodillarme y llorar a sus pies, quise abrazarle y pedirle que no me deje de nuevo, quise decirle que si él no soy nada, sin embargo mi cuerpo no reaccionaba.

- Hoy es el día en que te he restaurado luchito, hoy es el día en que te preparo, crees que lo que has vivido es duro, la batalla a penas empieza. Ve en paz, y lucha con todas tus fuerzas. Ganaras la guerra que se ha tramado en tu contra y recuerdalo yo mismo lucharé a tu lado.

y con esas palabras desapareció de mi vista mientras a lo lejos, detrás de las montañas de Quilalí el sol de nuevo aparecía.

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