- Ya no puedo más - exclamé, nadie lo percató, fue una declaración ruidosamente silenciosa, sin embargo con un eco profundo en mi cora...

La naturaleza de su rechazo



- Ya no puedo más - exclamé, nadie lo percató, fue una declaración ruidosamente silenciosa, sin embargo con un eco profundo en mi corazón - Ya no puedo más - grité ineludiblemente, fue imperceptible a mi auditorio quienes me observaban en esperas de algo mejor.

La mañana, aún y su belleza, su verde y su ambición de ser cada vez más hermosa permanecía abstracta a nuestro ojos, no la reconocemos, nos era ajena a la discusión entablada, los árboles balanceados por una leve brisa, las aves cantando su monótona pero rítmica canción, y los multicolores reflejos del jardín eran tan solo un trazo de pintura inocua para aquella conversación cotidiana.

¿De qué hablábamos? de Dios.

Y sí, hablar de Dios ya se había vuelto rutina, cada mañana en la sala con vista al jardín nos reuníamos a hablar de ese ser lejano y cercano, etéreo en nuestra limitada concepción, incorpóreo o material. Todo ello me tenía cansado, la deidad parecía ser a mí solamente un referente de nuestra propia limitación.

- Luis - preguntó Nereida - entonces el amor de Dios es independiente del pecado.

Y contesté, contesté reproduciendo en mi mente aquel mp3 grabado, como si de Siri me trataba, respondiendo las preguntas con certeza intelectual mas carente de alma. Algunos recibieron mi respuesta con agrado, otros, mentalmente dijeron su frase "cuanto sabe" con aquel cargado tono de sarcasmo, no importa, eso es lo de siempre, yo sencillamente entré de nuevo en mi forma de reposo a la espera de otra pregunta directa.

- Ya no puedo más - repetí, tanta hablar de Dios y no hablar con él me tenía agotado, mi espíritu degradado cual tierra reseca sin señal próxima de lluvia, te has marchado, te has ido realmente.

- Sí, Lucho, se ha marchado - ella nuevamente, apostada de pie detrás de mi asiento, poniendo sus manos en mi hombro y acercando su cálido aliento a mi oreja - se ha ido, y al parecer no volverá.

No le contesté, creerán que estoy loco, si ya muchos notan mi falta de cordura escucharme hablarle a aquella mujer sería la confirmación del extravió de mi lucidez, sin hacer gesto alguno le escuché.

- Y creo que fue mi culpa, Lucho - me dijo mientras sus manos masajeaban mis hombros cansados. - Es mi culpa, porque, aunque lo niegues, te has enamorado de mí y ya no quieres dejarme.

- Te odio - le dije. Miguel giró su cara a mí. ¡Me escuchó! fue lo primero que pensé.

- ¿Me hablaba Luis? - dijo, negué con la cabeza, que suerte que él sea sordo de un oído. Lilith solo se rió con carcajadas sonoras.

- No Luis - insistió Lilith - Vos me amás, te negás a esa realidad, pero disfrutás mi compañía y he llegado a descubrir que genuinamente me extrañás.


El devocional continuaba, las lecturas bíblicas insistían en el amor de Dios y la magnitud de ese amor, mas yo ya lo sabia, ya lo he experimentado, el amor de Dios es tan grande como su abandono.

- No te confundas, amor - Me dijo Lilith mientras se sentó en mis piernas, tomando mis manos para cubrir su cintura - él te ama, mas de lo que yo podría amarte.

- Pero - hice como si a ellos les preguntaba - ¿Qué significa realmente el amor de Dios? ¿Hasta donde podemos atenernos a ese amor? ¿Algún día dejará de amarnos?

Mildred contestó a ello con un rotundo no, nunca nos dejará de amar.

- Sí - contradijo Lilith, aunque su respuesta no fue escuchada - sí Lucho, su amor se agotará, en un momento dejará de esperar por ti y sencillamente te dará la espalda. Yo lo sé Lucho, sé lo duro que es su rechazo, su espalda lacera tu cara, la desgarra y tus lagrimas no bastan, cuando él ama, lo hace intensamente, pero cuando deja de hacerlo la fuerza de su rechazo es insondable, profundo, arcano. A eso ustedes han llamado infierno, pero olvídate de las llamas, no existen, olvídate de los castigos, no los hay, solo su repudio, saberte lejos de aquella mirada.

Con mis ojos aterrados le pregunte sin palabras, el momento en que el amor inagotable se evapora. Lilith que sabe interpretar mis ojos me contestó.

- Cuando se acabe tu tiempo de misericordia, es decir, el día en que mueres. De ese día depende si pasaras a gozar de la visión salvifica o estarás entre los desterrados de su corazón. Mira Lucho, quizás ahorita no lo percibas pero si respiras, si aun te mantienes en este plano existencial es sencillamente gracias a su amor, él te está dando otra oportunidad. Aprovéchala.

- ¿Qué tengo que hacer? - dije

- Lo que le toca en su plan mensual - dijo Holvin al escuchar mi pregunta.

Lilith volvió a reír, no lo vuelvo a hacer, Lilith no debería de venir cuando estoy en mi trabajo, ella ya lo sabe.

- Pide un nuevo corazón, uno que ya no me ame y que esté dispuesto a amarle a él de nuevo. - Me dijo, sus ojos acuosos, cual represas contenían aquella lágrima que saldría, me dio un beso y se reincorporó. Avanzó a la puerta que da al jardín y allí me sonrío.

Se quedó todo aquel día en la oficina, yo de vez en cuando levantaba mi rostro del computador y le observaba con tristeza, con cariño y quizás, solo quizás, con amor, como ella decía

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