- Sabes que te amo - me dijo... la luna esa noche se escondía detrás de las nubes oscuras del invierno, un frío viento iba y venía sin sen...

Indecisiones de mi vida.

- Sabes que te amo - me dijo... la luna esa noche se escondía detrás de las nubes oscuras del invierno, un frío viento iba y venía sin sentido alguno, moviendo mi cabello a su antojo. Él seguía ahí, a pesar de mi deseo incontenible que se fuera, él seguía ahí, intentando convencerme de nuevo de un amor que ha traicionado.

- Lo siento, tengo que entrar, buenas noches - le dije, tocando tras de mí la cerradura de la puerta que me conducía a la seguridad de mi hogar.

- ¿Quien es?, ¿es él otra vez? - preguntó inquietantemente, su tono apacible se transformó en furia, una furia que al contestarle con la verdad, mi verdad, aumentaria, no puedo decirlo...

- Contesta, ¿es él otra vez? ¿te convenció? - sus ojos negros como las tinieblas que nos circundan se llenaban de un brillo tenebroso, ese brillo que me ha atemorizado por mucho tiempo.

- Debes irte, tengo que entrar - le dije bajando mi rostro, obviando su mirada.

- Alma - me dijo - ya en serio, no puedes volver con él, recuerdas como te abandonó, no me puedes hacer esto - tomando con su brazo mi cintura, mi cintura que rehusaba a ser suya, no de nuevo.

- Suéltame, por favor- le dije, mi mano intentando zafarse de aquel acoso, de aquel acoso tan común en él. - Mira, lo nuestro ya no puede ser, se terminó, ¡¡¡entiendelo!!! - le grité frustrada, frustrada de no poder contra su fuerza...

Sus brazos cubrieron mi cintura y sus manos acariciaron mi espalda y cabellos, mientras su aliento se dejaba escapar por mi cuello confundido e intrigado...

- Alma, sé que lo sientes, sé que me deseas, sé que recuerdas nuestras noches, en nombre de todo eso no lo hagas, ¡no por favor!!!

Sus ojos se entrelazaron con los míos por unos instantes antes de rehuir nuevamente ante aquel beso que aparentemente debía soportar.

- Alma- desde el andén una voz.

Él volteó a ver con locura e ira.

- ¿Te está molestando de nuevo? - preguntó la voz mientras una silueta se deja iluminar por la luminaria. Él me suelta y como toro ante el matador resopla una y otra vez.

- Oh Dios, Yeshua, ¿qué haces aquí? ¡vete! por favor, no pasa nada - le contesté mientras reconocía aquella voz, aquella mirada.

Se detuvo a unos pasos de nosotros. Su cuerpo delgado no es nada ante aquel prototipo de macho que  me acompañaba, sus manos delicadas, suaves, su cabello crespo suelto amarrado a una cola, y su rostro noble, ¿qué podría hacer ante él?

Él me miraba y volvía su ojos a Yeshua, intentando con su mirada convencerme de escoger, de hablar, de decidir...

No podía.

- Alma, ¿es él verdad? ¡¿es ese el que te está arrebatando  la oportunidad de ser feliz, de ser feliz conmigo como lo hemos sido mucho tiempo cuando, por estupido, ese remedo de hombre te abandonó?!!! - dijo, para mí sus palabras fueron como purgantes.

- ¡Vete! ¡no quiero verte, vete de aquí!! - le dije otra vez - ¡vete y no vuelvas!!!

- Ah sí, ¿para que te quedes con tu muñequita verdad? - dijo.

Yeshua seguía en aquella posición, ¡cuanto me hubiese gustado que reaccionara, que enfrentara  esos insultos! no lo hacía, seguía ahí escuchando tantos improperios.

- No, vete ya por favor - mientras intentaba encontrar las llaves en mi bolso.

- Tranquila, ya me voy, ya he visto suficiente, pero cuando cansada porque esa mariquita no te deja ser vos misma, te reprima, te obligue a cambiar algo que disfrutas, acabe con tu libertad en pro de lo que él cree que deberías de ser, cuando suceda todo eso, me reiré, porque se que volverás a mí.

Me atemorizaban sus palabras, ¡¿Será posible?!

- Ok, lo que tú digas, buenas noches - le dije con las llaves en mis manos.

- Alma, por favor - imploró, cuanto me cansa su humor fluctuante.

- ¿Ahora qué?

- No me abandones, por favor, sin ti moriría - una más, lo que me faltaba, chantaje emocional.

- Tranquilo, adiós. - y observando a Yeshua - También te puedes ir.

- No lo haré hasta que entres. - contestó - quiero saberte segura.

Le sonreí, Yeshua sonrió también mientras él me observó con desprecio. Entré a mi casa cerrando la puerta, me recosté a ella insegura de las decisiones que tomaré en mi vida, pero con la firme convicción que podré enfrentarla, sola.


0 comments: