" Ella tenía una sonrisa hermosa, unos ojos grandes como el mundo..." No era Lilith, era alguien más, alguien mas que e...



" Ella tenía una sonrisa hermosa, unos ojos grandes como el mundo..."

No era Lilith, era alguien más, alguien mas que esta afectando la poca cordura que me queda, ya que, aunque deseo verla de nuevo, sus hermosos ojos se esconden a mí, como si habitase una luz inaccesible detrás de una muralla alta. 

En ocasiones le sentía cercana como habitando mi alma, en otras tan lejana como luz de las estrellas, era impredecible, como el viento, intensa como el sol, tenue como la nieve. Sencillamente desconcertante.

El desconcierto me atrae.

Saberle cerca, aunque definitivamente lejos, saberme pleno aunque determinantemente incompleto, entender que mas alla de Lilith, mas alla de la noche habita una luz a la cual no he podido acceder.

Pasaba noche procurando mencionar su nombre, quizás con ello aparecía e inundara mi soledad con una sola de sus miradas, no lo hacía, y en la obsesión de conocerla, de indagar en ella me encerré en el deseo de lo desconocido, en el anhelo de lo oscuro, en la búsqueda de lo inaccesible. Hasta que una noche todo cambió.

-Luis - escuché.

Una increible voz tan tenue, como dulces corrientes de viento que alegraban mi tímpano.



- Te estás poniendo viejo, Lucho – escuché. Era aquella voz que hace casi dos años me dijo adiós mientras se perdía en aquel pasill...


- Te estás poniendo viejo, Lucho – escuché.

Era aquella voz que hace casi dos años me dijo adiós mientras se perdía en aquel pasillo oscuro del que fue mi cuarto.

Dejé el teclado de mi compu y me giré hacia ella. Estaba en un rincón de mi oficina, sentada en una de las sillas de espera, con sus piernas cruzadas y su mano derecha sosteniendo su mentón, su mirada, aquellos ojos verdes, aquellos pequeños ojos verdes me observaban desde un rostro frio.

- ¿Así lo crees? Lilith – le pregunté.

Ella sonrió, una extraña sonrisa tenue que me causó desagrado.

Se levantó y se dirigió a la salida de mi oficina, abriendo la puerta me contesta:

- Es normal, estamos a mediados de enero. Todos los eneros te hace cambiar de expresión.

Y salió, me levanté tras de ella, tenía la certeza que quería que le siguiera, de otra forma no hubiese abierto la puerta, ella solo hubiera salido, a como lo hizo de mi vida.

Salí, diciéndome a mí mismo “no era ella” “aquellos ojos hermosos, no era ella”

La vi caminar hacia el patio posterior de la oficina, sentándose en un montículo que otrora fungía de base de un tanque de agua. Yo, fingiendo que recibía una llamada, fui tras ella, me senté a su lado. Ella, poniéndose unas gafas negras me dijo.

- ¿Recuerdas aquella foto del año pasado? – inmediatamente recordé una foto que ella me dijo entre bromas que no le gustaba, según  comentaba, en esa fotografía me miraba más viejo de lo normal.
Ese día fue gracioso, ella, después de ver la foto me observó y me dijo “pero si estas viejo, la foto dice la verdad". Ambos reímos.

- Lo recuerdo, me dijiste que estoy viejo.

- Pero no lo estás, bueno – sonriendo con picardía- no tan viejo a cómo te ves en cada enero.

- Quizás sea el viento, sabes, en enero hay mucho viento, se me reseca la piel, solo digo.

- Lucho, te vi a inicios de diciembre, lleno de esperanza, de expectativas, haciendo planes de recuperar tu vida, de volver a ser lo que eras, creías que, quizás, si tu plan funcionaba todo estaría bien.

Solo le deje hablar, no sabía hacia donde me quería llevar con esta conversación.

- Pero mírate, tu rostro, tu expresión, la de hoy, no es la misma que la de diciembre. Es como si cada diciembre entregas toda tu energía y en enero, ya consumido por la realidad te quedas vacío de nuevo.

- Lilith…

- Lucho, solo acéptalo, deja ir el pasado, y comienza a organizar tu vida, tu futuro.


- ¿Estarás ahí?

- No, ¿lo olvidas? Adiós – dijo mientras apuntaba hacia el jardín que está justo en la parte posterior de mi oficina.

Nunca lo veo porque se mantienen las ventanas cerradas, no había notado las flores que rodeaban a un pequeño cactus que crecía en su tiesto sin cuidado alguno, un pequeño cactus que empezaba a florecer.

No estaba seguro si era ella. Sus ojos eran diferentes, más grandes, más hermosos, ocultos detrás de unos lentes que magnificaban su ta...



No estaba seguro si era ella. Sus ojos eran diferentes, más grandes, más hermosos, ocultos detrás de unos lentes que magnificaban su tamaño.

Su cabello entre liso y crespo ondulaba con el viento cuando le deja soltar, su sonrisa detrás de aquellos labios pequeños era fascinante y misteriosa, era ingenua pero inteligente, sin aquella picardía característica, sin aquella maldad escondida. Hasta parecía bondad.

¿Era ella? Y si no lo era ¿Cómo entró a mi habitación a puertas cerradas mientras yo dormía? Y si era ella, ¿Porqué decidió regresar después de nuestro contundente adiós?

Yo solo me senté al lado de mi cama y le sonreí, ella rió también.
Me levanté, me dirigí al baño, ella ahí quedó, sentada en aquella silla al lado del armario.

Benji, mi perro, vino detrás de mí. Me sorprendió que no se inmutó ante su presencia. Es como si Benji la conocía. Hasta me pareció que le agradaba.

Por un momento pensé para mí, ”es hermosa" y sí, lo era. Estaba ataviada en una pijama amarilla con dibujos de unas plantas, que se ceñía a sus caderas delineando su cuerpo.

Es linda, pero es diferente. El rojo era su color, y las ropas transparentes su atuendo a estás horas, sin embargo la que estaba en mi habitación era más dulce, más tierna.

Cuando regresé ella ya no estaba, Benji se fue a acostar debajo de la silla que otrora ocupaba, mientras un aroma, discreto pero agradable llenó mi cuarto

¿Era ella? Y si no lo era, ¿Porqué mi corazón se siente tan bien con aquella visita?
No, no era ella, pero, si lo era, ¿Porqué no decidió quedarse como antes? Y se marchó.... como la última vez.

Quizás ella sea otra persona y quizás yo sea otro Luis.





He decido compartir un capitulo del libro que estoy escribiendo "Llámame Koni" un camino de regreso a casa. Espero leer sus come...

He decido compartir un capitulo del libro que estoy escribiendo "Llámame Koni" un camino de regreso a casa. Espero leer sus comentarios al respecto.

¿Católica yo?

CAPITULO 9



Srta. Rosa Espinel (Estudiante de Psicología)

Yo vi esos videos que hicieron popular a mi rockstar, sin embargo, siempre supe que eran exagerados, incluso algunos se atrevieron a hacer montajes ridiculizando, yo me calmaba pensando en que solamente sería una moda pasajera, como todas las de internet, sus videos se olvidaran como otros que en su momento fueron furor y ya nadie les menciona.

Pasaron unos meses del suceso de la catedral y Elías siempre iba a clases y, a pesar de mis ideas, la fama de él no disminuía, se mantenía estática. Quizás por lo enigmático que siempre se ha comportado. Algunas chicas se tomaban fotos con él y le presumían en las redes, en Facebook abundaron las paginas asegurando ser el “sayayin de León” sin embargo, nosotras sabíamos que ninguna de ellas era de él, sencillamente a Elías no le gustaban las redes sociales. Poco a poco las aguas se fueron calmando y las clases continuaron de lo más habitual.

Una mañana no tuve clases, pero nadie tuvo la bondad de avisarme, fue llegando a la facultad cuando me enteré. Molesta me senté en una banca del campus y empecé a mandar mensajes a mi grupo del WhatsApp.
Fue cuando le vi pegando en un poste el anuncio de la Jesús Party de ese año, llegué a ayudarle.

- Si quieres te ayudo a distribuirlas – le dije

- Esta bien – me dijo con aquella sonrisa que hacía chiquito mi corazón.

Le acompañé todo ese día, íbamos de facultad en facultad pegando las volantes para ese concierto, yo feliz de ir al lado de él sintiendo el olor de su perfume, era un aroma maderoso, como sándalo, muy varonil, su cara siempre bien cuidada, afeitado a ras y su cabello fino y delicado. Sí, estaba enamorada de él. Lástima que Elías no entendía las señales que le mandaba, los hombres siempre son complicados para eso, no saben descubrir el corazón de una mujer que late de amor por ellos.


- Rosita – me dijo, “recuerda mi nombre” fue lo primero que pensé – ¿no te gustaría ir al evento?

- Claro que sí Elías, yo voy cada año – “para verte” me mordí la lengua antes de decirlo- me gustan esos eventos.

- Pero – me dice, tomando en su mano una medalla de la Virgen María que colgaba de mi pecho – vos sus católica, verdad.

Me dio pena, no era católica al cien, solo iba a misa cuando me daba la gana y a una que otra actividad que organizaban los de la pastoral juvenil, pero en realidad me gustaban mucho más los eventos evangélicos, la música evangélica, ellos sí hacían grandes cosas para atraer a los jóvenes. Pero no pensaba dejar de creer en María, por eso no me decidía a aceptar esa fe.

- Pues qué te digo, si y no, no soy tan comprometida con mi iglesia

- No te preocupes, te quería preguntar algo sobre tu medalla, no era muy importante, pero me gustaría que fueses al evento, yo te puedo pasar trayendo, si quieres.

¡¿Cómo podía rechazar esa oferta?! Cuando se abre una puerta no queda más que entrar en ella, si no quizás nunca más estará abierta para ti.

- Claro que sí. Pero cuidado me dejas sola

- Mmmm, espero que no, sabes que me toca organizar muchas cosas estando allá, no te enojes si eso pasa. ¿Sí?

- Esta bien, es un trato. Te mando mi dirección en un mensaje oki.

- Esta bien Rosita.

Y se despidió.

Esa noche quería estar más presentable que nunca, estaba sumamente ansiosa, mi amiga no podía creerlo, saldría con mi rockstar.

Puntual, a la hora acordada estaba él afuera de mi casa esperándome. Salimos en dirección al campo Victoria, desde lejos se podrían ver las luces, parecía toda una fiesta, una explosión juvenil.

Elías desde que íbamos no paraba de hacer llamadas, que el sonido, que las mantas, que los trajes, parecía que estaba coordinando casi todo.

Allí me encontré a muchas personas conocidas, quizás esos videos virales habían ayudado a que el evento fuese masivo, todos querían escuchar a Elías, verlo actuar, y yo me sentía una pequeña cenicienta viviendo su sueño, al lado de él.

Y empezó el evento, el grupo entonó la canción que está pegando en todas las radios, una canción romántica con mensajes cristianos, todos nos emocionamos ya que han sido un éxito no solo en las radios cristianas sino está en los primeros puestos en las radios seculares. No lo podía creer.

Abrace a Elías emocionada. Él me devolvió el abrazo.

Siempre me he preguntado, ¿Por qué la Iglesia católica no hace eventos así? Siendo sinceros sus actividades son aburridas y cuando quieren hacer algo alegre nos ponen música secular.

Los jóvenes que queremos buscar de Dios no andamos con sed de lo mismo que podemos encontrar en el mundo, andamos con sed de espiritualidad, de escuchar una voz que nos direccione. Pero no, a ellos no les interesa que los jóvenes vivamos la fe, solo les importa mantener a las abuelitas siempre rezando rosarios y ya. Solo hacen los que más les acomoda. Y las pastorales llenan sus catequesis de temas de autoestima y sexualidad, pero nada de Dios. Y qué decir de los que le dirigen, por la mañana hablan de cristo y por la noche van a un bar. Doble moral.

Ya no quería eso, quería entregarme a Cristo completamente, sin medias tintas, abrir las puertas de mi corazón para que lo transforme completamente.

Esa noche, como ya me lo esperaba, Elías se marchó a lo suyo, pero yo, sin pensarlo recibí el mayor de los regalos, recibí a Jesús en mi corazón deshaciéndome de una vez por todas aquella medalla que era lo único que me mantenía siendo católica.

Me levanté a buscarla,  era imposible, ya se había marchado confundida con la tinta negra que la noche derrama. La noche en vela...

Me levanté a buscarla, 
era imposible,
ya se había marchado confundida con la tinta negra que la noche derrama.


La noche en vela recordando cada palabra, 
cada equivocación.
“¿Y si realmente la necesito?” 
La duda que invadió mis maquinaciones.

Necesitar el frío para anhelar el calor, 
necesitar el abandono para desear la cercanía, 
clamar por incertidumbre cuando necesitamos la fe.

Realmente necesito que aquel espectro oscuro y luminoso irradiara su llanto para experimentar la alegría.

Ya no soy el mismo. 
Y tengo que reconocerlo, 
estos años con Lilith marcaron realmente mi vida.

Salí al área del lavado, 
en el patio embalsado de la casa. 
Ahí me recosté en la humedad de aquel piso sucio con la esperanza de que apareciera, 
como lo hizo en Quilalí, 
como lo hizo en Waspam cuando igual a esta ocasión terminamos.

No lo hizo.
No lo hizo y me he percatado sólo.
Sólo y la esperanza que aquella que me llevaba al averno vuelva para volver con ella al cielo.

- No Lilith, no es suficiente. Ella se levantó de su silla y se acercó a mí, sentose al lado de mi cama y sonrió con tristeza. ¡Cuánto me du...

- No Lilith, no es suficiente.

Ella se levantó de su silla y se acercó a mí, sentose al lado de mi cama y sonrió con tristeza.

¡Cuánto me duelen esas sonrisas!

Tomó un mechón de su cabello que ya cubría su rostro frío y se lo acomodó detrás de su oreja.

- Listo, me voy entonces. - me dijo sin ver mi rostro, así huyendo su mirada, reflejos de un corazón roto.


- No sé - conteste, solo quería decir la primer palabra pero el orgullo sumó la segunda.

La casa estaba en silencio y las chicas de los demás cuarto de aquel alquiler seguramente dormían.

Lilith se reincorporó, acomodando su vestido negro como el cielo nocturno, sin verme sólo hizo un ademán de despedida con su mano izquierda.

- Espera – Creí haber dicho, tan sólo fue un pensamiento sofocado por el ego machista que destroza mi consciencia.

- Adiós Luis. – me dijo.

“Yo no soy Luis para ti, nunca me has llamado por ese nombre” pensé lleno de angustia pero no salían palabras de mi boca .

Entendí que mi nombre en ese momento significa un adiós rotundo e indefinido.

Y así, sin mas se retiró por aquella puerta cerrada mezclándose con las penumbras del pasillo.

Esa noche se marchó, y hoy he vuelto a estar sólo completamente, deseando recuperar la compañía de aquel espectro que una madrugada de abril apareció en mis pesadillas y habitó en mi lucidez. 


- No lo hagas – me dijo – creerán que estás loco. - ¿A qué te refieres? – pregunté observándola a los ojos - A eso – contestó refiriéndose a...

- No lo hagas – me dijo – creerán que estás loco.
- ¿A qué te refieres? – pregunté observándola a los ojos
- A eso – contestó refiriéndose a mi rostro.
El agua caía bañando su cabello negro el cual se escurría sobre sus hombros.
- Aun no te entiendo – frunciendo mi ceja en señal de confusión.
- Lo sigues haciendo, la gente te observa desde sus ventanas, esa señora ya está dudando de tu cordura.
- Ah, ¿te refieres a ir hablando contigo? Tranquila, por eso llevo los audífonos puestos, creerán que hablo por teléfono.
- No, no es eso, es a lo demás.
La lluvia se hacía más intensa, haciendo que una canaleta del techo por donde pasábamos arrojara un chorro fuerte de agua como si una ducha se tratara, no resistí la tentación y me abalance bajo él, bañándome por completo de aquella agua fría y agradable.
Lilith me observó unos pasos atrás cruzando sus brazos y agitando su pie impaciente y molesta.
- Listo Lucho, no me acuses a mí si luego la gente de Chinandega comience a señalarte por las calles o llamen al manicomio.
- Vamos Lilith, sigo sin entenderte.
- ¿Te das cuenta que estas completamente mojado?
- Si…
- ¿Y que está lloviendo a cantaros?
- Aja… estamos en invierno, es normal.
- Ok, y lo estas disfrutando.
- Claro
- A eso me refiero.
Lilith se recostó en la pared mientras yo seguía bajo el chorro de agua que cual cascada caía sobre mí diluyendo mi estrés.
- Lucho, la gente normal huye de la lluvia, se compra paraguas, esperan en un bajarete a que pase, o sencillamente no sale. La gente normal no disfruta mojarse, cuando eso sucede maldicen la lluvia, las nubes y al “estúpido clima” se encolerizan incluso con Dios acusándoles por el frio que sienten. Mientras tú te bañas como si fueras un niño, arruinando tus zapatillas, tu ropa y tu peinado, y lo peor sonríes, ¡Estas sonriendo!
- Claro Lilith, ¿Por qué tendría que rechazar este maravilloso regalo? La oportunidad de ser niño de nuevo, andar por ahí mojado sin que nadie te diga que luego te vas a enfermar, ¡dejar que el espíritu juvenil salga!
- ¡Ay Luchito!
- Vamos Lilith, mejor ven acá que aquí hay espacio. Que la gente crea que estoy loco, de todas formas las mejores personas lo estamos. Además que mayor locura puede haber que la de aquel hombre que disfruta vivir con aquella que le puede hacer morir.
Lilith sonrió maléficamente y se acercó a brincar bajo la lluvia, siguiendo por las calles en búsqueda de un mejor chorro de agua que nos quitara el estrés de sabernos vivos.

- Ya tenía tiempo de no hacer esto. - le dije. - ¿Hacer qué? - me contestó, sus ojos radiantes me observaban con aquella mirada de siempr...

- Ya tenía tiempo de no hacer esto. - le dije.

- ¿Hacer qué? - me contestó, sus ojos radiantes me observaban con aquella mirada de siempre, inquieta por mis respuestas.

- Caminar solo. - Le contesté, el viento cálido de chichigalpa soplaba en mi rostro y hacia mover un poco aquel vestido rojo que ella traía.


Antes de conocerla creía que tenia la capacidad de leer mis pensamientos, hoy entendí que no, solo intuye lo que mis ojos revelan.


- ¿Solo? - me preguntó, su ceja delineada se encorvaba en expresión interrogativa. 

- Sabés a lo que me refiero - le dije tocando levemente su hombro - solo, sin prisa ni necesidad de llegar a ninguna parte. Así solo, contando los pasos, decidiendo si darlos o no, detenerme o avanzar, aquí solo con mi Lilith, mi acompañante. - su expresión se vio mas relajada cuando la mencioné.

- Lucho, lucho, - me dijo mientras se detenía en el anden que va desde el Instituto al reparto Erick Ramirez - ¿en serio no tenés prisa? - su sonrisa picara me retaba.

Me detuve al lado de ella acercando mi rostro al suyo devolviendole la sonrisa.

- No, Lilith, no tengo prisa, puedo quedarme aquí frente a vos si querés.

- Yo quiero caminar - dijo sacando su lengua, y empezó a avanzar frente a mí dejándome en aquella orilla.

- A pues yo también camino. - le dije, ella se detuvo, mientras el viento jugaba de nuevo con su vestido.

Bajo su rostro y olvido aquella sonrisa que llevaba consigo.

- No tenés prisa porque no tenés a donde llegar ni quién te espere. - me dijo, así con su rostro pálido viendo sus pies. 
Recordé, mi corazón quedó en Quilalí en dos personas que me esperan, ellas eran el motivo de correr de la oficina a la casa, ellas eran la razón de contar los minutos por la salida, por ellas no quería salir de la casa y tocaba correr para llegar al trabajo, ellas eran la causa de mi prisa.

- Sí, la soledad me libera de la prisa, pero bendita prisa si me quita esta pesada soledad. - concluí.

Ella me abrazó y avanzamos en silencio en aquel anden colmado de gente desconocida, sin ningún saludo, ninguna sonrisa, con el clima lo único cálido que recibí esa tarde.