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- Oh Lilith cuanto le extraño - la lluvia caía sobre mi piel desnuda y vacía de todo entusiasmo, la gente pasaba apresurada, escapándose de ...

- Oh Lilith cuanto le extraño - la lluvia caía sobre mi piel desnuda y vacía de todo entusiasmo, la gente pasaba apresurada, escapándose de las gotas de agua frias de la lluvias de invierno, eran como ágiles antílopes corriendo sin percatarse que este joven pastor hablaba a la nada, hablaba a una mujer que le sigue en las sombras de la soledad.
Ahí sentado con ella, bajo un árbol que ha sobrevivido a la modernidad convirtiéndose en una pequeña rotonda en el pueblo de Quilalí, un aro de cemento que lo bordea me servía de asiento mientras ella me abrazaba intentandome dar calor, imposible, era como pedirle al hielo que encienda una fogata.

- Lo sé lucho, lo sé - me susurraba como lo haría una madre ante su pequeño asustado - sé que lo extrañas - repetía su melódica voz

- Sabes - le dije sin cambiar de posición, abrazado a mí mismo mientras ella me envolvía en sus brazos - siempre te he temido, pero ahora entiendo que eres parte de mí, parte de lo que siempre he negado, de aquella condición que me hace humano, sin ti sería menos que un cyborg, un autómata que solo obedece las ordenes para las que ha sido programado.

- Jejeje, hablas de Cristianeitor, la obra que presentaron los jóvenes de la iglesia - me dijo ella sonriendo.

- Sí, de eso hablo, aun debo de comprender muchas cosas de los demás, aun debo comprender la raiz del mayor pecado de la humanidad.

Ella no contestó, esperaba que continuara presentando mi tesis, como una maestra haría al saber que su pupilo esta a punto de alcanzar la iluminación.

- El querer ser superior a los demás 

Repentinamente se acercó un hombre, completamente borracho, sus ropas gastadas, su fas sin rasurar, de sus ropas se desprendía un cóctel de lodo y sudor mezclado por el agua lluvia que le recorría. Con esfuerzo sobrenatural intentaba mantenerse en pie frente a mí mientras estiraba su mano, pidiendo dinero, pidiendo algo.

- Le conoces - me dijo ella haciendo referencia al recién llegado.

- La verdad no, no se quién es - le dije intentando que aquel hombre no importunara la conversación que tenía, podría saberme loco al ser cuestionado por un alcohólico que me ve hablando solo.

- Hermano, me gusta como predica, me podría regalar un pesito - me dijo con aquel aliento que logró quemar mis pupilas.

Nunca me ha gustado regalar mi dinero a un borracho, seguramente será usado para seguir tomando, en lugar de ayudarle le estaré perjudicando, además, esta en edad laboral, puede trabajar.

- Lo siento hermano, no traigo dinero conmigo - le contesté enfadado

- No sabía que usted mentía - me dijo sonriendo, dando la vuelta en dirección al puente que quedaba tras de mí, en pocos segundos se fundió en la oscuridad.

- Yo tampoco sabía que mentías luchito - me dijo ella con su tono pícaro

- Lilith, sabes que no me gusta darle dinero a esa gente

- mmjum - dijo irónicamente - a "esa gente" 

La lluvia cesó por un instante y ella me soltó de su abrazo frío pero acogedor y poniéndose en pie frente a mí dijo

- Pero Luchito, sigamos con el tema, me hablabas del mayor pecado verdad - su sonrisa me delataba, me inquiría, me cuestionaba

- Sé lo que quieres decirme con esa mirada, no Lilith, yo no me sentí superior a ese hombre

- Mas no le ayudaste

- Pero tampoco le perjudiqué

- De eso no se trata, piensa esto Yiyo, ¿Ese hombre se fue mas lleno de Dios después de verte o mas vacío?

- No lo sé

- Entonces ¿qué sentido tiene tu existencia? 

Me sorprendió nuevamente, a veces dudo que Lilith conozca bien su trabajo, no sé si actúa en contra de él o para él... o será parte de su trampa...

- Yiyo, entiende esto, mientras hagas juicio ante los demás, mientras te sientas superior a otros, por ser el predicador, por ser el mas inteligente, el mas guapo - dijo guiñándome un ojo - por ser quien no ha caido en situaciones de pecado, siempre que te sientes en ese trono de santidad, en ese trono limitado a Dios, separado para él estas cometiendo el mayor de todos los pecados, estas contribuyendo a que los demás se alejen de tu Dios a causa de tu egolatría luciferiana.

Trague grueso, era un sermón duro, yo sentarme en el trono que una ves quiso usurpar lucifer, no tengo palabras para semejante insinuación

- Sabes, si él estuviera aquí no estaría tan confundido.

- Jejejeje - empezó a reír - Lucho, él estuvo aquí, me sorprendió que no lo conociste, sencillamente te pidió dinero pero lo que quería era probar tu corazón.

Y así se alejó sobre la noche en dirección a aquel puente, la lluvia cayó nuevamente y el frío me recorrió por completo.

-        Ninguno, absolutamente ninguno, solo yo he quedado, ¿qué sucedió? Él callaba, bajó su rostro observando el pasto verde de aque...

-       Ninguno, absolutamente ninguno, solo yo he quedado, ¿qué sucedió?

Él callaba, bajó su rostro observando el pasto verde de aquel cuadro de béisbol húmedo por el rocío de la mañana, el cantar de las aves eran una canción de alabanzas para el creador que él contemplaba sin decir nada, en su silencio personal, en su estar conmigo y con el universo a la vez, en esa instante en que me oía sin decir palabras, sin mencionar nada, sin asentir, sin verme.

Un viento fresco hizo que sus crespos cabellos se movieran en un danzar suave sobre su rostro, sus ojos cafés contemplando el suelo y ahí sentado en el verdor del campo, sencillamente existía al lado mío.

-       Sabes cuántos pasamos retiro esos tres días, éramos 80 jóvenes, 80 personas que soñaban con cambiar sus vidas y de paso el mundo, ahora he quedado solo yo. Los demás asesinaron su corazón y sus anhelos fueron quemados en la hoguera del olvido.

-       Lucho, trotemos – me dijo estirando su mano hacia mí en ademan que le ayudara a levantarse, lo hice, tomé su mano y se incorporó al lado mío.

Él es extraño a veces, cuando se decide a no contestarme no lo hace, se queda en silencio o como en este caso, cambia de tema o actividad.

Empezamos a trotar, uno al lado del otro, en aquel ejercicio matutino que hemos iniciado desde el primer viernes de cuaresma, fue una propuesta de él para mejorar mi fuerza de voluntad, me conoce tan bien que sabe que el mejor sacrificio que puedo hacer en ofrenda es dejar moldear mi carácter por sus manos suaves y firmes. Levantarme a las cuatro y media de la mañana me cuesta más que hacer ayunos todo el día, por ello, el día que, con él, planeaba mi cuaresma me repitió al oído constantemente “levántate por la mañana, tienes una cita conmigo… a correr” fue tan insistente y repetitivo que no tuve nada más que aceptar su idea.


A penas salía el sol y el cuadro de béisbol del pueblo que me ha acogido desde que salí de Waspam, ya más de un año, se encontraba completamente vacío, solo yo, él y la creación alrededor.

Siempre creí que encontraría a mucha gente ejercitándose, que no era buen lugar para conversar a gusto con él, claro, para las personas comunes aun es extraño ver a alguien como yo siendo amigo de él.

-       Ya no puedo más… descansemos – le dije jadeante.

-       Vamos Yiyo, no hemos dado siquiera la vuelta al campo.

-       No, en serio, ya no, caminemos – un agudo dolor en mi abdomen me detuvo por completo.

Él sonrió, se puso las manos en la cintura y se acercó a mí.

-       Ok mi hijo, descansa cinco minutos.

Yo me tiré al suelo, exhausto, agotado y sudando torrencialmente. Él por su parte hacia ejercicios de flexión.

“Admiro su fortaleza, su templanza, su carácter, sinceramente quiero ser como él, aunque lo admito, me encuentro muy lejos de alcanzar su estatura.” Pensaba para mí mismo.

-       Ni tanto Luchito, no te menosprecies. – me dijo sonriente mientras hacía unas sentadillas.

-       ¿Cómo? No te entendí. – le dije. Siempre olvido que él puede entrar en lo más profundo de mis pensamientos y ahí habitar como su morada.

-       Mira que ni tan alto soy, jejeje – me dijo sintiendo, su sonrisa siempre me ha cautivado, muchos lo creen serio, si tan solo se acercaran notaran lo bromista que es.

-       Sabes que no me refiero a eso – le dije levantándome de nuevo del suelo húmedo.
El me dio una palmada en la espalda y se echó a correr.

-       ¡Veamos quien llega primero a home play! -  Me gritó mientras corría rápidamente
Yo le seguí, por un momento me hice a la idea que le alcanzaría, que lograría ganarle, armado de valor corrí hasta alcanzarle.

Hombro a hombro, parecía un final de fotografía, entusiasmado por llegar a home primero que aquel a quien admiro rotundamente, aquel que me inspira los más grandes ideales que puede alguien anhelar, aquel que tiene pocos amigos porque muchos no se le acercan por miedo, por no aventurarse a conocerlo mejor.

Home cada vez más cerca y los dos lado a lado, él me observa y me señala rápidamente mis zapatos

¡Un cordón suelto! Pensé… lo observé y no, no había nada, todo en su lugar, cuando alce de nuevo la vista, él ya me había aventajado, no puede ser, me dije y en un rápido aventón de locura me barrí a home, una nube de polvo se levantó cubriéndolo todo.

Cuando el polvo se disipó note que mis manos tocaban home ¡ante que sus pies!
¡Gané! ¡Gané! ¡Gané! – grité fuertemente.

Dándome la mano, él me reincorporó, me abrazó fuertemente y me dijo.

-       ¡Eres el nuevo Israel! – me dijo, recordando el pasaje de Jacob y el ángel me sonreí con emoción, le abrace también.

-       Vámonos que ya es tarde y tienes que alistarte para ir al trabajo – me dijo mientras caminábamos a la salida del estadio de béisbol de Quilali. Ya había gente afuera.

Señoras pasaban con panas de maíz hacia el molino, hombres con machete se dirigían al campo a realizar sus labores diarias, mientras yo caminaba a su lado de regreso a casa.

-       Quiero que recuerdes esto – me dijo mientras caminábamos – muchos son los llamados, pocos los escogidos. Lucho, yo te he escogido, así que no hay pretextos, no me defraudes.

Llegue a casa, saque mis llaves, abrí la puerta y cuando voltee ya no estaba, al menos ya no a mi vista. Di gracias por un día más y olvidé la preocupación con la que había despertado.

Cuando veo tu rostro Señor rodeado de luz y pureza y mis manos sucias y fétidas manchadas del carmesí de tu sangre no entiendo tu locura...

Cuando veo tu rostro Señor
rodeado de luz y pureza
y mis manos sucias y fétidas
manchadas del carmesí de tu sangre
no entiendo tu locura de amor
no entiendo porqué tienes que amarme...

Mírame Señor,
no soy nada
mis pecados rodean de espinas tu frente
mis pasos cada ves te empujan al calvario
¡Soy la causa de tu muerte!!!

Cual ángel caído mi soberbia me envuelve
mis oídos se gozan de halagos 
lusbel es humilde frente al orgullo que me corroe
y las palabras de odio que salen de mis labios.

No me ames Señor, no lo merezco
he de fayarte mil y una ves
No me ames Señor, dejame muerto
No tienes por mí que padecer.

No me escuchas y te entregas
me ves como padre ante su campeón
tu manto me cubre, tu sangre me riega
demostrando el verdadero significado del amor.

Me amas aunque no lo merezco
Me amas aunque no te devuelvo amor.

Todos se fueron. Yo me quedé ahí, sentado en la tarima de la casa pastoral, en el piso quedaban aun restos de emoción, energía y juventud....

Todos se fueron. Yo me quedé ahí, sentado en la tarima de la casa pastoral, en el piso quedaban aun restos de emoción, energía y juventud. Los restos de una rosa, que recién se habían usado en una danza, recordaban el poder de los jóvenes cuando usan su energía correctamente. Más, no me sentía bien.

Ahí en la completa oscuridad sin más compañía que aquellos pétalos de rosa en el piso y la oscuridad, oh sí, la oscuridad, mi albergue de melancolía, en donde nadie puede observar mis lágrimas, en donde puedo arrugar mi rostro cargado de cansancio  y golpear mi pecho cargado de pecados. Ahí, en mi albergue seguro de emociones, me tiré al piso, y derrame todo mi pecho que contenía aquellas palabras, con el pensamiento recurrente de desistir, de abandonarlo todo, de tirar la cruz y seguir mi propio camino, de dejar de ser y empezar a no ser.

Repentinamente escucho unos pasos, un caminar muy conocido, no lo puedo creer, el sonido de sus zapatos resonó todo el auditorio de la casa pastoral y avanzaba en completa oscuridad hacia mí. ¿Será él?

- Lucho, hijo - sus palabras, mi corazón se conmovió, un dolor semejante al de una aguja atravesándolo hizo mover mi mano a mi pecho.

No puedo creer tanto tiempo tengo de no verlo, y en la oscuridad perfecta aparece.

- ¿Puedo sentarme acá? - preguntó yo me quedé pasmado de asombro no hice otra cosa que abrazarlo, abrazarlo con fuerzas

En su pecho se soltaron mis lágrimas, mis brazos le cubrieron completamente, no sé si fueron minutos u horas, pero recostado a él el tiempo se vuelve indefinible.

- Tranquilo Luchito, aquí estoy, yo te lo prometí - decía mientras acariciaba mi cabeza con sus suaves manos, esas manos marcadas con el amor.

 - Te he extrañado tanto - le dije, desde que vivía en Waspam no le había visto, me he sentido tan solo en medio de estas multitudes, cuando el escenario se torna vacío una sola sonrisa bastaría, cuando las velas se apagan y el inciencio deja de subir hasta el altar la luz de un "sigue" me colmaría de esperanza, mas no lo obtengo, solo mi impulso hueco de continuar, solo mi autocompasión diciéndome que lo estoy haciendo para Dios, que todo el sacrificio vale la pena. No es suficiente.

Lo abrace y me quedé perdido en sus brazos, en su corazón ardiente.

- Hijo, yo no te he dejado, nunca lo haría, créeme - me dijo y se sentó observando el auditorio. Su mirada tierna me conmueve.

- Vino bastante gente, te felicito - me dijo - pero, en tu corazón persiste aquel vacío, ¿Por qué?

- No lo sé, siento que esto es inútil. Sabes, el lema del evento era: bellas en las manos del rey, y temo que aun tus manos están vacías. Este esfuerzo no tiene sentido, quiero que te conozcan, pero no logro llevarlos a ti.

- Tranquilo, ven te mostraré algo - me dijo tomándome de la mano, me sentí como un niño con su papá, y así era. Caminó y yo le seguía, estaba oscuro pero sé que mi pie no puede tropezar ya que él me conduce.

Bajamos las gradas del escenario y nos dirigimos a una de las sillas.

- Siéntate acá - me dijo - mira hacia el escenario - estaba completamente en penumbras, más aun así le obedecí. Me senté, respiré profundamente y cerré mis ojos para observar mejor.

Repentinamente apareció Marcos* ensayando en el escenario, en su pecho se miraba una luz tenue, estaba solo, mas practicaba su papel en una de las obras a presentarse con esmero. Él estaba ahí viéndolo sonriente, Marcos no lo notaba, él empezó a aplaudir emocionado por la obra que Marcos ensayaba, me sonreí, para mi sorpresa Marcos volteó hacia donde se encontraba él, fue intuitivo, aparentemente no vio más, y siguió con su ensayo.

- Lo aprecias - me preguntó - su corazón se está preparando para conocerme.

- Sabes - me dijo - muchas veces, las cosas más sencillas abonan en el corazón de estos jóvenes una chispa que germinara en un sol, ellos son luz del mundo, necesitan una razón para mantenerse brillando.

- Por favor, dales esa razón - me dijo mientras tomaba mi hombro - quiero que me amen, quiero que los ames, solo así sabré que me amas.

- Yo te amo - le contesté - yo te amo

- Lo sé, pero eso es lo que pido de tu amor, no desistas.

No, no lo haré.

                                                                                                                 
      * El nombre fue cambiado

Las luces del andén que va desde la oficina a mi cuarto parpadeaban como luciérnagas en el campo. Seguramente la nueva planta eléctrica de...

Las luces del andén que va desde la oficina a mi cuarto parpadeaban como luciérnagas en el campo. Seguramente la nueva planta eléctrica de Waspam no resolverá los problemas energéticos que tenemos. Yo avanzaba a paso lento, cansado por el trabajo y en definitivo no tenía prisa por llegar. La verdad vivir solo es frustrante para mi, nunca me he acostumbrado en dos años y medio de trabajo en Waspam.
Saque las llaves de mi mochila y abrí la puerta. Esperando aquel cuarto de madera de pino, con aroma a sándalo dejado por la varilla de incienso que enciendo cada mañana antes de irme ante la imagen del sagrado corazón que cuelga de una pared. Aquel cuarto recubierto de mi mismo, de mi soledad y mis sueños, y dormir deseando abrazar a mi esposa que desde la lejanía duerme en sus soledades.

Entré, me dirigí a mi armario a cambiar mi uniforme del dia y tratar de sentirme más cómodo. La Biblia desde la mesa de noche brillaba inusualmente. No le preste atención, me cambie y me senté en mi cama.

- Hola Lucho - me dijo

Ahí estaba él, sentado, en mi cama, su mirada tierna, dulce, amorosa, pero inusualmente triste.

- ¿Qué haces aquí? - le pregunté extrañado, es normal encontrarlo en la Iglesia, en el Rio y sus comunidades, pero... ¿en mi cuarto?

- ¿Te molesta? - me preguntó.

Me senté en el borde de la cama quitándome los zapatos mientras le preguntaba:

- No, no me molesta, aunque hubieres avisado y arreglo mejor, sabes no lo he limpiado en semanas. - le dije mientras él sonrío.

- Leí tu escrito en el blog - me dijo

- Ahora que tú lees blogs - le pregunte asombrado, sentándome cerca de él.

- Claro, por qué no, ahí pasan más tiempo mis amigos, porqué me quedaría yo atrás.

- No, solo que es raro, pero dime, ¿cual leíste? - le pregunté

- El que dice "Ojala fuera"  no me gustó - dijo cruzando sus manos

- ¿No te gustó? ¿Estaba tan feo? - le pregunté extrañado.

- Espera, si me gustó el poema, pero no me gustó que seas tú quien lo haya escrito. - dijo moviendo su cabeza en negación, sus crespos cabellos se movían suavemente con su rostro.

- No sé, ¿por qué dices eso?

- Por ejemplo: "Ojala fuera una mariposa, que vuela hacia la luz vuela a la llama en la noche dominante y se quema, así, sin más."

- Aja... - le inquirí.

- Pero no pareciera que vienen de una persona tan inteligente y brillante como tú, pero bueno solo espero no verte quemar.

- No sabía que pensaras eso de mi, tranquilo, no me quemare, ¿sabes que mueve a la mariposa hacia la luz?

Sé que él lo sabe, digo ¿qué no sabe él? pero le hice esa pregunta, no sé por qué.

- Dime tú - dijo como queriendo entender mis pensamientos.

- La fascinación, quisiera sentir un dia eso, fascinación de ir tras algo que a pesar que ese algo me mate pero fui tras eso. Mis sueños son muchos, pero miro mi vida pasar y mis sueños poco a poco apagarse. Quisiera volar, como la mariposa, hacia lo que le fascina, morir pero haber conseguido lo que quiero.

- ¿Y a qué le tienes miedo, qué te detiene? - me preguntó, noté en su voz un toque de frustración.

- No lo sé, quizás temo a morir, la mariposa vuela, pero al momento de llegar a su objeto de deseo, muere.

- Morir por lo que amas, me suena familiar, no crees - dijo viendo sus manos.

- Sabes, quisiera tener un poco de esa energía que tú tienes, de esa constancia, no te desanimas a pesar de todo. - le dije mientras él volvía sus ojos a mí.

- Sabes Lucho, ya tienes ese Espíritu, siempre lo has tenido, muchas veces he conversado contigo sobre eso, y aún no crees. Eso es preocupante hijito, sabes, puedes dejar de hablarme, puedes dudar incluso de mi existencia, pero no hay nada peor que dudar de ti mismo, ¿sabes por qué te dije una vez que el único pecado que no se perdona es aquel en contra del Espíritu? - preguntó

- No, no sé por qué

- Ese pecado de dudar del Espíritu que está en ti, tú puedes hacer todo lo que quieras con ese don, nada es imposible, solo es cuestión de creer, no tanto en mí como en ti.

- Lo entiendo - dije bajando mi rostro.

- Tranquilo, una pregunta mas, ¿yo soy esa mariposa que hablas verdad? - dijo sonriendo

- Creo que sí, sabes que cuando escribo pienso en ti.

- Mmmm, bueno me han dado muchos nombres, pero es la primera vez que me llaman mariposa... - dijo sonriendo - buenas noches lucho, reflexiona sobre ti mismo y sobre ese don que tienes, te dejo, tengo algunos blogs más que leer.

Y así salió de mi habitación dejando su perfume a rosas tan propio de él. Y yo, como siempre que lo encuentro, me encerré en mi habitación personal a meditar aquellas palabras salida de sus labios.

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.