Señor Obama: No a otra matanza en Siria | HazteOir.org Yo ya firme, firma tú tambien

Señor Obama: No a otra matanza en Siria | HazteOir.org
Yo ya firme, firma tú tambien

La vi entrar a misa de domingo, como siempre con el bebé en brazos. Sabía las dificultades que estaban pasando, pero hasta aquella misma se...


La vi entrar a misa de domingo, como siempre con el bebé en brazos. Sabía las dificultades que estaban pasando, pero hasta aquella misma semana no dejaba de ser un malentendido normal en las parejas, que yo esperaba que se resolviese tarde o temprano, ya que ambos eran personas que irradiaban el Bien a su alrededor.

Hacía un año que no venía a tocar su guitarra y a alabar a la Virgen por las mañanas; se dedicaba a cuidar de Viorel, al que yo tuve el honor de bautizar, aunque que yo recuerde no hay ningún santo con ese nombre. Pero seguía frecuentando la iglesia todos los domingos, y siempre hablábamos al final, cuando ya todos se habían ido. Decía que yo era su único amigo; juntos participamos de las adoraciones divinas, pero ahora necesitaba compartir conmigo las necesidades terrenas.

Amaba a Lukás más que a cualquier hombre que hubiese conocido; era el padre de su hijo, la persona que había escogido para compartir su vida, alguien que había renunciado a todo y había tenido el coraje de formar una familia. Cuando empezaron las crisis, ella intentaba hacerle entender que era pasajero, tenía que dedicarse a su hijo, pero no tenía la menor intención de convertirlo en un niño mimado; pronto lo dejaría enfrentarse solito a ciertos desafíos de la vida. A partir de ahí, volvería a ser la esposa y la mujer que él había conocido en las primeras citas, tal vez incluso con más intensidad, porque ahora conocía mejor los deberes y las responsabilidades de la elección que había hecho. Aun así, Lukás se sentía rechazado; ella intentaba desesperadamente dividirse entre los dos, pero siempre se veía obligada a elegir, y en esos momentos, sin la menor sombra de duda, escogía a Viorel.

Con mis parcos conocimientos psicológicos, le dije que no era la primera vez que oía ese tipo de historias, y que los hombres generalmente se sienten rechazados en una situación como ésa, pero que se les pasa pronto; ya había asistido a ese tipo de problema antes, hablando con mis feligreses. En una de estas conversaciones, Athena reconoció que tal vez se había precipitado un poco, el romanticismo de ser una joven madre no la había dejado ver con claridad los verdaderos desafíos que surgen tras el nacimiento de un hijo. Pero ahora era demasiado tarde para arrepentimientos.

Me preguntó si yo podría hablar con Lukás, que jamás iba a la iglesia, ya fuera porque no creía en Dios o porque prefería aprovechar las mañanas de domingo para estar más cerca de su hijo. Yo accedí a hacerlo, siempre que viniera por su propia voluntad. Y cuando Athena estaba a punto de pedirle ese favor, se produjo la gran crisis y su marido se marchó de casa.

Le aconsejé que tuviera paciencia, pero ella estaba profundamente herida. Ya había sido abandonada una vez en su infancia, y todo el odio que sentía hacia su madre biológica le fue transferido automáticamente a Lukás, aunque más tarde, por lo que sé, volvieron a ser buenos amigos. Para Athena, romper los lazos de familia era quizás el pecado más grave que alguien podía cometer.

Siguió frecuentando la iglesia los domingos, pero volvía en seguida a casa, porque ya no tenía con quién dejar a su hijo, y el niño lloraba mucho durante la ceremonia, entorpeciendo la concentración de los demás fieles. En uno de los pocos momentos en los que pudimos hablar, me dijo que estaba trabajando en un banco, que había alquilado un apartamento, y que no me preocupara; el «padre» (había dejado de pronunciar el nombre de su marido) cumplía con sus obligaciones económicas.

Hasta que llegó aquel domingo fatídico.

Yo sabía lo que había pasado durante la semana: me lo había contado uno de los feligreses. Me pasé algunas noches pidiendo que algún ángel me inspirase, que me explicase si debía mantener mi compromiso con la Iglesia o mi compromiso con los hombres. Como el ángel no apareció, me puse en contacto con mi superior y me dijo que la Iglesia sobrevive porque siempre ha sido rígida con sus dogmas (si empezaba a hacer excepciones, habríamos estado perdidos desde la Edad Media). Sabía exactamente lo que iba a pasar, pensé en llamar a Athena, pero no me había dado su nuevo número.

Aquella mañana, mis manos temblaron cuando levanté la hostia, consagrando el pan. Dije las palabras que la tradición milenaria me había transmitido, usando el poder transmitido de generación en generación por los apóstoles. Pero entonces mi pensamiento se dirigió a aquella chica con su niño en brazos, una especie de Virgen María, el milagro de la maternidad y del amor manifestados en el abandono y la soledad, que acababa de ponerse en la fila como hacía siempre, y, poco a poco, se acercaba a comulgar.

Creo que gran parte de la congregación allí presente sabía lo que estaba pasando. Todos me miraban, esperando mi reacción. Me vi rodeado de justos, pecadores, fariseos, sacerdotes del Sanedrín, apóstoles, discípulos, gente de buena y de mala voluntad.

Athena se paró delante de mí y repitió el gesto de siempre: cerró los ojos y abrió la boca para recibir el cuerpo de Cristo.

El cuerpo de Cristo permaneció en mis manos. Ella abrió los ojos, sin entender muy bien lo que estaba pasando.

—Hablamos después —le susurré.

Pero ella no se movía.

—Hay gente detrás, en la cola. Hablamos después.

—¿Qué es lo que pasa? —Todos los que estaban cerca pudieron oír su pregunta.

—Hablamos después.

—¿Por qué no me da la comunión? ¿No ve que me está humillando delante de todo el mundo? ¿No es suficiente todo lo que he pasado?

—Athena, la Iglesia prohíbe que las personas divorciadas reciban el sacramento. Has firmado los papeles esta semana. Hablamos después —insistí una vez más.

Como no se movía, le indiqué a la persona que estaba detrás que pasase por un lado.

Seguí dando la comunión hasta que el último feligrés la hubo recibido. Y entonces, antes de volver al altar, oí aquella voz.

Ya no era la voz de la chica que cantaba para adorar a la Virgen, la que hablaba sobre sus planes, la que se conmovía contando lo que había aprendido sobre la vida de los santos, la que casi lloraba al compartir sus dificultades del matrimonio. Era la voz de un animal herido, humillado, con el corazón lleno de odio.

—¡Pues maldito sea este lugar! —dijo la voz—. Malditos sean aquellos que nunca han escuchado las palabras de Cristo, y que han transformado su mensaje en una construcción de piedra. Pues Cristo dijo: «Venid a mí los que estéis afligidos, que yo os aliviaré». Yo estoy afligida, herida, pero no me dejáis acercarme a Él. Hoy he aprendido que la Iglesia ha transformado esas palabras. ¡Venid a mí los que siguen nuestras reglas, y dejad a los afligidos!

Oí a una de las mujeres de la primera fila decirle que se callase. Pero yo quería escuchar, necesitaba escuchar. Me giré y me puse delante de ella, con la cabeza baja; era lo único que podía hacer.

—Juro que jamás volveré a poner los pies en una iglesia. Otra vez más soy abandonada por una familia, y ahora no se trata de dificultades económicas, ni de la inmadurez de alguien que se casa demasiado pronto. ¡Malditos sean los que le cierran la puerta a una madre y a su hijo! ¡Sois iguales que aquellos que no acogieron a la Sagrada Familia, iguales que el que negó a Cristo cuando él más necesitaba a un amigo!

Y, dando media vuelta, salió llorando, con el niño en brazos. Yo terminé el oficio, di la bendición final y me fui directo a la sacristía; ese domingo no iba a haber confraternización con los fieles, ni conversaciones inútiles.

Ese domingo me encontraba frente a un dilema filosófico: había escogido respetar la institución, y no las palabras en las que se basa la institución.

Ya soy viejo, Dios puede llevarme consigo en cualquier momento. Seguí siendo fiel a mi religión, y creo que, a pesar de todos sus errores, se está esforzando sinceramente por corregirse. Eso le llevará décadas, puede que siglos, pero un día todo lo que se tendrá en cuenta será el amor, la frase de Cristo: «Venid a mí los afligidos, que yo os aliviaré».
He dedicado toda mi vida al sacerdocio, y no me arrepiento ni un segundo de mi decisión. Pero en momentos como el de aquel domingo, aunque no dudase de mi fe, empecé a dudar de los hombres.

Ahora sé lo que pasó con Athena, y me pregunto: ¿empezó todo allí, o ya estaba en su alma? Pienso en las muchas Athenas y Lukás del mundo que se han divorciado y que, por culpa de eso, no pueden recibir el sacramento de la Eucaristía, no les queda más que contemplar al Cristo que sufre crucificado, y escuchar Sus palabras (que no siempre están de acuerdo con las leyes del Vaticano). En unos pocos casos, esa gente se aparta, pero la mayoría siguen yendo a misa los domingos, porque están acostumbrados a eso, incluso siendo conscientes de que el milagro de la transformación del pan y del vino en la carne y la sangre del Señor les está prohibido.

Creo que, al salir de la iglesia, puede que Athena encontrase a Jesús. Y, llorando, se echó en sus brazos, confusa, pidiéndole que le explicase por qué la obligaban a quedarse fuera sólo por culpa de un papel firmado, algo sin la menor importancia en el plano espiritual, y que sólo interesaba a efectos de burocracia y para la declaración de la renta.

Y Jesús, mirando a Athena, probablemente le respondió: —Fíjate bien, hija mía, yo también estoy fuera. Hace mucho tiempo que no me dejan entrar ahí.

Paulo Coelho
La bruja de Portobelo

Las luces del andén que va desde la oficina a mi cuarto parpadeaban como luciérnagas en el campo. Seguramente la nueva planta eléctrica de...

Las luces del andén que va desde la oficina a mi cuarto parpadeaban como luciérnagas en el campo. Seguramente la nueva planta eléctrica de Waspam no resolverá los problemas energéticos que tenemos. Yo avanzaba a paso lento, cansado por el trabajo y en definitivo no tenía prisa por llegar. La verdad vivir solo es frustrante para mi, nunca me he acostumbrado en dos años y medio de trabajo en Waspam.
Saque las llaves de mi mochila y abrí la puerta. Esperando aquel cuarto de madera de pino, con aroma a sándalo dejado por la varilla de incienso que enciendo cada mañana antes de irme ante la imagen del sagrado corazón que cuelga de una pared. Aquel cuarto recubierto de mi mismo, de mi soledad y mis sueños, y dormir deseando abrazar a mi esposa que desde la lejanía duerme en sus soledades.

Entré, me dirigí a mi armario a cambiar mi uniforme del dia y tratar de sentirme más cómodo. La Biblia desde la mesa de noche brillaba inusualmente. No le preste atención, me cambie y me senté en mi cama.

- Hola Lucho - me dijo

Ahí estaba él, sentado, en mi cama, su mirada tierna, dulce, amorosa, pero inusualmente triste.

- ¿Qué haces aquí? - le pregunté extrañado, es normal encontrarlo en la Iglesia, en el Rio y sus comunidades, pero... ¿en mi cuarto?

- ¿Te molesta? - me preguntó.

Me senté en el borde de la cama quitándome los zapatos mientras le preguntaba:

- No, no me molesta, aunque hubieres avisado y arreglo mejor, sabes no lo he limpiado en semanas. - le dije mientras él sonrío.

- Leí tu escrito en el blog - me dijo

- Ahora que tú lees blogs - le pregunte asombrado, sentándome cerca de él.

- Claro, por qué no, ahí pasan más tiempo mis amigos, porqué me quedaría yo atrás.

- No, solo que es raro, pero dime, ¿cual leíste? - le pregunté

- El que dice "Ojala fuera"  no me gustó - dijo cruzando sus manos

- ¿No te gustó? ¿Estaba tan feo? - le pregunté extrañado.

- Espera, si me gustó el poema, pero no me gustó que seas tú quien lo haya escrito. - dijo moviendo su cabeza en negación, sus crespos cabellos se movían suavemente con su rostro.

- No sé, ¿por qué dices eso?

- Por ejemplo: "Ojala fuera una mariposa, que vuela hacia la luz vuela a la llama en la noche dominante y se quema, así, sin más."

- Aja... - le inquirí.

- Pero no pareciera que vienen de una persona tan inteligente y brillante como tú, pero bueno solo espero no verte quemar.

- No sabía que pensaras eso de mi, tranquilo, no me quemare, ¿sabes que mueve a la mariposa hacia la luz?

Sé que él lo sabe, digo ¿qué no sabe él? pero le hice esa pregunta, no sé por qué.

- Dime tú - dijo como queriendo entender mis pensamientos.

- La fascinación, quisiera sentir un dia eso, fascinación de ir tras algo que a pesar que ese algo me mate pero fui tras eso. Mis sueños son muchos, pero miro mi vida pasar y mis sueños poco a poco apagarse. Quisiera volar, como la mariposa, hacia lo que le fascina, morir pero haber conseguido lo que quiero.

- ¿Y a qué le tienes miedo, qué te detiene? - me preguntó, noté en su voz un toque de frustración.

- No lo sé, quizás temo a morir, la mariposa vuela, pero al momento de llegar a su objeto de deseo, muere.

- Morir por lo que amas, me suena familiar, no crees - dijo viendo sus manos.

- Sabes, quisiera tener un poco de esa energía que tú tienes, de esa constancia, no te desanimas a pesar de todo. - le dije mientras él volvía sus ojos a mí.

- Sabes Lucho, ya tienes ese Espíritu, siempre lo has tenido, muchas veces he conversado contigo sobre eso, y aún no crees. Eso es preocupante hijito, sabes, puedes dejar de hablarme, puedes dudar incluso de mi existencia, pero no hay nada peor que dudar de ti mismo, ¿sabes por qué te dije una vez que el único pecado que no se perdona es aquel en contra del Espíritu? - preguntó

- No, no sé por qué

- Ese pecado de dudar del Espíritu que está en ti, tú puedes hacer todo lo que quieras con ese don, nada es imposible, solo es cuestión de creer, no tanto en mí como en ti.

- Lo entiendo - dije bajando mi rostro.

- Tranquilo, una pregunta mas, ¿yo soy esa mariposa que hablas verdad? - dijo sonriendo

- Creo que sí, sabes que cuando escribo pienso en ti.

- Mmmm, bueno me han dado muchos nombres, pero es la primera vez que me llaman mariposa... - dijo sonriendo - buenas noches lucho, reflexiona sobre ti mismo y sobre ese don que tienes, te dejo, tengo algunos blogs más que leer.

Y así salió de mi habitación dejando su perfume a rosas tan propio de él. Y yo, como siempre que lo encuentro, me encerré en mi habitación personal a meditar aquellas palabras salida de sus labios.

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

Estos días estremecen mis cimientos y me hacen recordar lo solo que estoy. Cuanto quisiera volar y escapar de esta misión que temo!!! la s...

Estos días estremecen mis cimientos y me hacen recordar lo solo que estoy.
Cuanto quisiera volar y escapar de esta misión que temo!!!
la soledad me vence y la locura invade mi conciencia, y cuanto mas necesito las voces alucinantes, se callan, estoy solo, y quisiera dejar de estarlo, estoy solo... y quisiera despegar.
Alma mía que se presiona en las paredes de mi humanidad, quisiera escapar y gritar, volar al tercer cielo y dejar de estar como estoy ahora... solo.

Mi teclado se moja con lágrimas que nadie ve
mientras escribo lo que nadie leerá
qué hago misionando familias olvidando la mía?
qué hago sanando matrimonios alejándome del mio?
qué hago en la dicotomía de la Psicología
no poder sanarme a mí mismo?

La locura y el abandono
no puedo mas!

Ojala fuera un ave nocturna y perderme en la oscuridad mis plumas negras como brea y mis ojos brillantes como dos centellas que atemoriz...

http://grisoisabel.files.wordpress.com/2012/03/mariposa.jpgOjala fuera un ave nocturna
y perderme en la oscuridad
mis plumas negras como brea
y mis ojos brillantes como dos centellas
que atemorizan a los curiosos
esclavos de la mortalidad.

Ojala fuera el viento frío de la tormenta
invisible y tenaz
volando sin descansar
haciendo mi voluntad
mi canto libre como un soplo
y mi tocar firme como la tempestad.

Ojala fuera un sueño no mas
como la paz eterna
como el amor incondicional
como la misericordia
como la utopía universal.

Ojala fuera una mariposa
que vuela hacia la luz
vuela a la llama en la noche dominante
y se quema
así, sin mas.

(Inspirado en la composición "La mariposa y la luz de Leonardo Da Vinci)

La noche me sonríe con tristeza las estrellas danzan intentan calmar mi dolor imitando la alborada, el toro encuetado las fuegos y e...

La noche me sonríe con tristeza
las estrellas danzan intentan calmar mi dolor
imitando la alborada, el toro encuetado
las fuegos y el calor
de este dos de febrero que a solas contemplo
en las afueras de mi habitación.

Las lágrimas se escapan de mi fas
y caen en mi ciudad
tan distante de mis manos
tan dentro de mi corazón
y el silencio se lleva mi tristeza
mientras mi voz entona aquella canción
Oh! Chichigalpa.
Hoy es dos de febrero
y a mis recuerdos me aferro
el correr por aquella plaza
al son de los chicheros
embriagarme de alegría con mis amigos
soñar en conquistar la cima de nuestros sueños
y derrumbar la tristeza de una soledad inherente
con un buen abrazo
y una sonrisa reluciente.
Hoy es dos de febrero
y San Blas consuela mi silencio
iluminado por la candela de aquella dama
que desde el cielo nos dice
ten calma
volverás a tu pueblo
besaras esa tierra
y la declararas santa.

Hoy es dos de febrero
y le dedico esta canción
a la princesa de occidente
que amo desde el extranjero.

Es la pagina de Chichigalpa, ahi publico en la seccion de poesia.

Que difícil es saberte lejos añorar el olor de tu piel sobrevolando en mis noches adentrarme en tu esencia y fundirme en el placer bañart...

Que difícil es saberte lejos
añorar el olor de tu piel sobrevolando en mis noches
adentrarme en tu esencia y fundirme en el placer
bañarte de suspiro
embriagarte de sudor
colmarte de amor
y perdernos completo
en la resurrección de nuestros cuerpos
y el despertar de nuestras utopías.

Mas no estas
navegas en otros mares lejanos
mientras yo surco otros cielos eternos.

Y en mis penumbras
cuando el espanto nocturno invade mis sueños
atentando mi cordura
imagino tus manos sujetando
las garras desconocidas de la traición
y mi desvelo enturbie mi certeza
y dejo de sentirte mía
mía como lo has sido.

Llámame a ti
arrancame de este espacio que destroza mis sentidos
quema mi locura con el fuego de tu pasión

Llámame a ti
y desvanece mis temores paranoicos
arrancame de estas alucinaciones dantescas

derritiendo cada duda
con tu poder de reina

Toma mi dolor
mis raíces quieren anidar en ti
conduceme a tus brazos
ese refugio sereno donde descansa mi ser
hazme
redimeme con tu amor.