- Se fue Luchito, se fue - me decía ella.
Noches como estas le observaba entre las sombras que su mirada tenue iluminaba, su presencia armoniosa que mecía los compases de mi alma al sonar de su voz se ha desvanecido en la nada.
- ¿Será mi pecado quién le ahuyentó? - pregunté, ella me observó con ternura, su mirada radiante, sensual desbordada de deseos siempre causaba en mí sentimientos confrontados.
Un frío viento erizó mi piel, el cielo vacío de estrellas con truenos que desde las montañas de Quilalí amenazaban con una lluvia torrencial, no era buena idea estar ahí acostados, en el patio de mi casa con aquella mujer mas fría que la Antártida y mas caliente que las llamas mismas del infierno.
Pasó sus manos sobre mis hombros frotando para darme un poco de su calor, mi cuerpo clamaba por un abrazo sin embargo sabía que en ella no encontraría el afecto que buscaba, solo provocaría a la lujuria y al placer que me ha costado adormecer.
- Lucho - me dijo, a sabiendas que me molesta escuchar ese nombre de su voz - él es así, en cuanto menos lo esperes aparecerá nuevamente, él es un balzamo eficaz para tus heridas, además su amor es grande, al menos su amor por ti.
- Dime - le pregunté- ¿Por qué a ti no te ama?
Ella observó nuevamente al cielo y suspiró.
- Lucho, aprovecha tú, su amor es para ti.
Se puso de pie, yo le observe, es tan bella y a pesar de su oscuridad se puede deslumbrar un poco de su dolor, ese dolor que le ha marcado durante siglos. Una lagrima rodó por su mejilla.
- Lilith - le dije - ¿qué te sucede?
Ella suspiro y limpiando sus ojos me sonrío diciendo
- Nada mi luigi
Me puse en pies a su lado, por primera vez sentí compasión por ella.
- Abrázame luchito, necesito un abrazo - me dijo y le obedecí.
Son diez años desde que acepte iniciar el camino, son diez años desde aquella primera, y traumatica ocasión en que sus ojos luminosos entraron a mi habitación cerrada, y desde entonces nunca había sentido compasión por ella, de miedo, terror, pánico, aceptación, mas nunca compasión, hasta hoy.
A pesar que una parte de mí me decía que podría ser otra de sus mentiras, ella es maestra en ello, mi corazón me pedía que le amara.
Y le amé.
Sus lagrimas corrieron por mi hombro.
- Yiyo - me dijo - no sabes lo que es caer como lucero, no sabes la fuerza de su rechazo, cuando su sagrado corazón se decide a no amar no hay nada en el universo entero que lo haga cambiar de opinión. Sin embargo - me dijo viéndome a los ojos, con su aliento besando mi boca - cuando él se decide a amar, nada, absolutamente nada lo hace dejar de hacerlo, incluso la infidelidad, la desobediencia, el rechazo, él siempre te amará. No sabes lo dichoso que eres.
Yo le escuchaba, lo entendía, nunca imagine que Lilith me diría todas esas cosas
- Muchas veces yo quisiera ser como tú, mas no, ya pasó mi tiempo, ahora solo me espera apelar a su justicia mientra cumplo, lo que imagino, es su voluntad.
- ¿Y cuál es? - le pregunté, ella acercó su rostro tan cerca al mio que unos centímetros apenas impedían que me besara como ya muchas veces lo ha hecho, la transpiración de su piel se confundía con la mía y su cuerpo entero se amalgamaba en mí enajenando mis fuerzas.
- Tentarte corazón, he ahí mi misión, he ahí su voluntad, fui concebida para ser tu sucubo, fui concedida para ti.
Y me beso, inyectando su placer en mis labios sedientos de afecto, dominando mi cuerpo que como tierra reseca clamaba por la lluvia de caricias de sus aguas torrenciales, mis manos deseosas de degustar sus cantaros de miel y sumergirme en sus manantiales, me beso y me infectó con el virus de la lujuria, ese virus que controla tu ser y amarra tu ego a los deseos de la carne.
Esa noche como muchas noches desde que acepté mi vocación, fui tentado por Lilith, mas, esa noche como otras posteriores cedí a sus placeres.
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