Cuando las luces se vayan apagando y la oscuridad gobierne mi nada quiero que estés ahí ahí con tu mirada tu perfume de azahar y l...

Cuando las luces se vayan apagando
y la oscuridad gobierne mi nada
quiero que estés ahí
ahí con tu mirada
tu perfume de azahar
y la certeza de tu amor.

Cuando me reduzca a polvo
a lamentos y llantos
cuando se evapore la ultima lagrima
cuando se marchite la flor
quiero que estés ahí
cual bálsamo agradable 
confortando mis dolores
rearmando mi existencia
escribiendo mi epitafio
ahí, en donde te necesito
ahí, en donde solo tú bastas.

Cuando mi nombre sea olvidado
y mis palabras se vayan con el viento
cuando mi rostro marchito 
ya no aparezca en las memorias del olvido
quiero que estés ahí,
ahí contando mi leyenda
ahí recitando mis poemas
ahí resurgiendo mis sueños.

Cuando ya la vanidad se agote
y se espume como las olas mi ser
quiero que estés ahí
tú rostro imprimiendo en el mio
tu sonrisa y tu mirar
tu corazón habitando en mi pecho
y tu amor purificando mi infidelidad.

Quiero que estés ahí
trasmitiendo mis anhelos a una nueva generación
cumpliendo mis sueños en los que vendrán
y animando a otros 
con la dedicación de un amigo
con el ímpetu de un platónico amor.

- Ya no puedo más - exclamé, nadie lo percató, fue una declaración ruidosamente silenciosa, sin embargo con un eco profundo en mi cora...



- Ya no puedo más - exclamé, nadie lo percató, fue una declaración ruidosamente silenciosa, sin embargo con un eco profundo en mi corazón - Ya no puedo más - grité ineludiblemente, fue imperceptible a mi auditorio quienes me observaban en esperas de algo mejor.

La mañana, aún y su belleza, su verde y su ambición de ser cada vez más hermosa permanecía abstracta a nuestro ojos, no la reconocemos, nos era ajena a la discusión entablada, los árboles balanceados por una leve brisa, las aves cantando su monótona pero rítmica canción, y los multicolores reflejos del jardín eran tan solo un trazo de pintura inocua para aquella conversación cotidiana.

¿De qué hablábamos? de Dios.

Y sí, hablar de Dios ya se había vuelto rutina, cada mañana en la sala con vista al jardín nos reuníamos a hablar de ese ser lejano y cercano, etéreo en nuestra limitada concepción, incorpóreo o material. Todo ello me tenía cansado, la deidad parecía ser a mí solamente un referente de nuestra propia limitación.

- Luis - preguntó Nereida - entonces el amor de Dios es independiente del pecado.

Y contesté, contesté reproduciendo en mi mente aquel mp3 grabado, como si de Siri me trataba, respondiendo las preguntas con certeza intelectual mas carente de alma. Algunos recibieron mi respuesta con agrado, otros, mentalmente dijeron su frase "cuanto sabe" con aquel cargado tono de sarcasmo, no importa, eso es lo de siempre, yo sencillamente entré de nuevo en mi forma de reposo a la espera de otra pregunta directa.

- Ya no puedo más - repetí, tanta hablar de Dios y no hablar con él me tenía agotado, mi espíritu degradado cual tierra reseca sin señal próxima de lluvia, te has marchado, te has ido realmente.

- Sí, Lucho, se ha marchado - ella nuevamente, apostada de pie detrás de mi asiento, poniendo sus manos en mi hombro y acercando su cálido aliento a mi oreja - se ha ido, y al parecer no volverá.

No le contesté, creerán que estoy loco, si ya muchos notan mi falta de cordura escucharme hablarle a aquella mujer sería la confirmación del extravió de mi lucidez, sin hacer gesto alguno le escuché.

- Y creo que fue mi culpa, Lucho - me dijo mientras sus manos masajeaban mis hombros cansados. - Es mi culpa, porque, aunque lo niegues, te has enamorado de mí y ya no quieres dejarme.

- Te odio - le dije. Miguel giró su cara a mí. ¡Me escuchó! fue lo primero que pensé.

- ¿Me hablaba Luis? - dijo, negué con la cabeza, que suerte que él sea sordo de un oído. Lilith solo se rió con carcajadas sonoras.

- No Luis - insistió Lilith - Vos me amás, te negás a esa realidad, pero disfrutás mi compañía y he llegado a descubrir que genuinamente me extrañás.


El devocional continuaba, las lecturas bíblicas insistían en el amor de Dios y la magnitud de ese amor, mas yo ya lo sabia, ya lo he experimentado, el amor de Dios es tan grande como su abandono.

- No te confundas, amor - Me dijo Lilith mientras se sentó en mis piernas, tomando mis manos para cubrir su cintura - él te ama, mas de lo que yo podría amarte.

- Pero - hice como si a ellos les preguntaba - ¿Qué significa realmente el amor de Dios? ¿Hasta donde podemos atenernos a ese amor? ¿Algún día dejará de amarnos?

Mildred contestó a ello con un rotundo no, nunca nos dejará de amar.

- Sí - contradijo Lilith, aunque su respuesta no fue escuchada - sí Lucho, su amor se agotará, en un momento dejará de esperar por ti y sencillamente te dará la espalda. Yo lo sé Lucho, sé lo duro que es su rechazo, su espalda lacera tu cara, la desgarra y tus lagrimas no bastan, cuando él ama, lo hace intensamente, pero cuando deja de hacerlo la fuerza de su rechazo es insondable, profundo, arcano. A eso ustedes han llamado infierno, pero olvídate de las llamas, no existen, olvídate de los castigos, no los hay, solo su repudio, saberte lejos de aquella mirada.

Con mis ojos aterrados le pregunte sin palabras, el momento en que el amor inagotable se evapora. Lilith que sabe interpretar mis ojos me contestó.

- Cuando se acabe tu tiempo de misericordia, es decir, el día en que mueres. De ese día depende si pasaras a gozar de la visión salvifica o estarás entre los desterrados de su corazón. Mira Lucho, quizás ahorita no lo percibas pero si respiras, si aun te mantienes en este plano existencial es sencillamente gracias a su amor, él te está dando otra oportunidad. Aprovéchala.

- ¿Qué tengo que hacer? - dije

- Lo que le toca en su plan mensual - dijo Holvin al escuchar mi pregunta.

Lilith volvió a reír, no lo vuelvo a hacer, Lilith no debería de venir cuando estoy en mi trabajo, ella ya lo sabe.

- Pide un nuevo corazón, uno que ya no me ame y que esté dispuesto a amarle a él de nuevo. - Me dijo, sus ojos acuosos, cual represas contenían aquella lágrima que saldría, me dio un beso y se reincorporó. Avanzó a la puerta que da al jardín y allí me sonrío.

Se quedó todo aquel día en la oficina, yo de vez en cuando levantaba mi rostro del computador y le observaba con tristeza, con cariño y quizás, solo quizás, con amor, como ella decía

- Gracias - le dije. Tome aquel licuado de leche y me senté en una de las bancas. Había mucha gente, muchas conversaciones, muchos abra...

- Gracias - le dije. Tome aquel licuado de leche y me senté en una de las bancas.

Había mucha gente, muchas conversaciones, muchos abrazos y yo me encontraba solo, solo y mis incertidumbres y mi locura, solo con la nostalgia y la melancolía, solo sin nadie más.
El parque estaba colmado de almas, que pasaban de un lado a otro sin observar a aquel extraño que, sentado en un rincón al lado de la concha acústica observaba la cruz del campanario de la Iglesia de San Blas.

Ahí estaba, era un extranjero en la tierra que me vio nacer, Chichigalpa, nadie sabía quién era, no sabían de donde venía ni cuánto tiempo estaría. Nadie me conocía. 

Es increíble como cambia todo en diez años.

Bebí de mi licuado y me recosté, la cruz del templo se mantiene aun erguida en su tenacidad de anunciar la salvación. Una antena sobresalía al lado de ella.

- Es un pararrayos - me dijo.
- Decidiste venir aquí también - le contesté.
- Sí, sabes que siempre que te sientes solo yo aparezco contigo.
- Aunque nunca es a ti a quien espero - le contesté.

Ella sonrió. Le pasé de aquel licuado y le bebió recostándose a mi lado.

- Notaste que el pararrayos es más alto que la cruz - le dije sin dejar de ver aquel campanario.

La gente seguía pasando y muchos se sentaban cerca a aprovechar la señal gratuita del Wi-Fi que aquel parque ofrecía.

- Sí - me dijo ella - así tiene que ser.

Escuchaba unos cánticos procedentes del templo, parecía haber un retiro dentro, un retiro de jóvenes.

- Es un retiro ¿verdad?
- Así parece.
- Ya no me alegra - le dije, ella me observó dándome de nuevo el licuado, yo continué - he luchado por una Iglesia de la cual me siento defraudado, me han dejado solo, me han señalado.
- Lo entiendo Lucho.
- De no ser de haberlo conocido incluso a estas alturas podría dudar que él existe.
- ¿Y dudas, Luchito?
- Ya ha sido un año de su abandono, ya ha sido un año en que él no me ha acompañado, no me ha defendido, en que me ha dejado a las manos de mis adversarios.
- Luis, ¿estás perdiendo tu fe?
- A veces creo que sí. - dije y suspiré.

Los cánticos se convirtieron en oraciones, y su murmullo llegaba hasta donde yo me encontraba. Empecé a llorar.

La gente seguía de largo y nadie me observaba, es mejor, no me gusta que me vean llorar y hablar solo, si estoy loco es cosa sola mía.

Lilith se acercó y me abrazó. Como niño lloré en su hombro, de nuevo. Ya no llevo cuenta de las veces que lo he hecho.

- Sabes, Lucho, - me dijo retirándose un poco - recuerdas el pararrayos.
- Sí - le dije - dime.
- Sin esa antena la Iglesia sufriría mucho ante las tormentas que, como ya sabes, son habituales. El pararrayos está destinado a recibir toda la violencia con tal que su Iglesia siga en pies. El pararrayos mantiene a San Blas viva. 

Me limpió el rostro y me observó a los ojos 

- Los jóvenes que están en ese retiro necesitan a ese pararrayos, aunque no lo saben, ni siquiera lo imaginan. Tú eres un pararrayos, la Iglesia te necesita, aunque te va a doler, ya venciste a la muerte, con él, ¿qué no vencerás?

Quedó en silencio, y como si había hablado de mas.

- Como siempre yo - atinó a decir, se me acercó y me besó. Puso su mano en mi hombro y sonrío apenada.

- Hasta pronto, mi ser- me dijo despidiéndose y se fue tiñendo entre la multitud de personas que venía e iban.

Me quedé como siempre, perplejo por aquel Súcubos y sus hermosos consejos, tan bellos como sus ojos ardientes.


Un estruendo a lo lejos anunciaba la lluvia que se aproximaba mientras aquel retiro dentro proseguía con toda la seguridad que aquel humilde pararrayos brindaba.

Ya no quiero seguir existiendo, la batalla ha matado mis energías y mi esperanza, ya no puedo mas, me rindo ante la vida y ante aquel que ca...


Ya no quiero seguir existiendo, la batalla ha matado mis energías y mi esperanza, ya no puedo mas, me rindo ante la vida y ante aquel que calla, sus mudos labios no han contestado mis plegarias y mi soledad cada ves es mas pesada.

Quilalí es tan vacío, a las diez de la noche todas las personas se encierran en sus habitaciones, cual agorafobicos temen a salir ante la oscuridad nocturna, nadie sabe, sospecha o intuye que deambulo en sus calles cual espanto nocturno o ángel caído. La rotonda frente al puente del Río Jicaro es mi refugio a mis locuras noctambulas.

Ahí en la soledad absoluta, veo el correr del tiempo frente a mis ojos, y el cadáver de mis sueños llevado en procesión hasta el sepulcro del olvido.

- Ya hace mucho que no apareces, me has abandonado a la suerte y a las manos de Lilith quien altera mi cordura y me hace desear la muerte.

Las calles vacías se cubrían de la negra brea de la noche, la oscuridad es apremiante frente a la necesidad de ocultar mis lagrimas, mi rostro desfigurado en una mueca patética y mis manos temblando ante el temor del mas allá.

- ¿Porqué me encomendaste esta misión que me obliga a olvidar mi propio ser? Ya no puedo ante los demonios que me circunda, quieren mi sangre y la han conseguido, quieren mi martirio y ya solo espero el toque de muerte, el jaque mate final.

Un viento frío descendió de las montañas de Quilalí, un silbido terrorífico que susurra a mi oído con un escalofrío el "quod sit ultimum" que he pedido y que ahora temo "veniat mors"

Un espectro avanza con lentitud, sus vestiduras oscuras y su rostro oculto tras un cabello negro, me pongo en pie ante esa figura amenazante, pienso en huir, mas mis pies no reaccionan.

veniat mors escucho nuevamente. Viene la muerte

Dos pasos atrás, no consigo huir, su mano gélida aprieta mi cuello con fuerzas, siento perder mis energías y ceder mi espíritu.

- singulare certamen - dijo elevando mi rostro a su cara - Pelea.

Mi cuerpo se entumecía ante la presión que me impedía respirar, sus ojos luminosos, cual brazas encendidas me observaban desfallecer

- SINGULARE CERTAMEN - gritó con fuerzas, su respiración parecía a la de un toro enfurecido.

Ahí frente al espectro de dos metros de altura que amenazaba con robar mi vida, mis pensamientos se debatían entre ceder mi espíritu muriendo en las manos de aquel desconocido o en luchar por mi vida.

Decidí arriesgarme si de todas formas moriría al menos que sea heroicamente.

Levanté mis manos a la altura de su rostro, mis dedos pulgares los enterré en los ojos incandecentes presionando con todas las fuerzas que cabían en mi pecho, comenzó a gritar de dolor, soltando mi cuello permitiendo mi respiración, caí fuertemente al adoquinado de la calle. El dolor fue insoportable.

Se lanzó sobre mí nuevamente, la adrenalina comenzó a fluir por todo mi ser, tomé sus manos y les sujeté fuerte, ahora que lo recuerdo no logro comprender de dónde saqué aquellas fuerzas.

Golpe tras golpe y la contienda persistía, estaba decidido a quitarme la vida y yo decidido a morir luchando, mi cuerpo cada ves mas lastimado pero las fuerzas se renovaban a cada golpe recibido.
No logro recordar cuantas veces mi rostro fue restregado en las piedras de la calle.

Al fin me sujetó fuertemente, presionando mi pecho, grité de dolor y, sin saber cómo, golpeé con fuerzas su entre pierna con mi rodilla.

Cayó al suelo retorciéndose del dolor.

Tomé una piedra cercana, la levante con intención de lanzarla cuando.

- Lucho, has vencido.

Su voz, no puede ser, es él.

Se puso en pie, despejando su rostro ante mí, esa visión fue celestial, era él, toda la noche fue él.

- Ya no temas mi hijo, has luchado contra mí y has vencido, ahora dime, frente a qué te podrás doblegar.

Quise arrodillarme y llorar a sus pies, quise abrazarle y pedirle que no me deje de nuevo, quise decirle que si él no soy nada, sin embargo mi cuerpo no reaccionaba.

- Hoy es el día en que te he restaurado luchito, hoy es el día en que te preparo, crees que lo que has vivido es duro, la batalla a penas empieza. Ve en paz, y lucha con todas tus fuerzas. Ganaras la guerra que se ha tramado en tu contra y recuerdalo yo mismo lucharé a tu lado.

y con esas palabras desapareció de mi vista mientras a lo lejos, detrás de las montañas de Quilalí el sol de nuevo aparecía.

Vete Arranca cada tramo de esperanza de esta inútil relación que no quede nada de ti en mi vida Vete Llévate contigo los recuerd...

Vete
Arranca cada tramo de esperanza de esta inútil relación
que no quede nada de ti en mi vida

Vete
Llévate contigo los recuerdos y fantasías
la música y los aromas

Vete
Y destruye de una ves el corazón sangrante
que en tus manos estrujas

Vete
Y asesina la ilusión de cada una de mis utopías
mata al poeta iluso que creyó en el amor.

Vete
Y deja que mi locura lapidante me consuma
y mis mayores miedos se evoquen.

¿Porqué no te fuiste antes de aparecer en mi vida?
¿Porqué no me fui al saber quién eras?
¿Porqué creí que la redención llega a cualquiera?
Ya no creo en el corazón humano
en el amor mítico que se oculta tras los bastidores
de esta obra patética
en donde el hidalgo soñador
muere atrozmente.

Vete
Pero hazlo de una ves
antes que mi estupidez domine de nuevo
y crea en tus falsas palabras.

Vete, pero hazlo ya.