Y mi habitación se lleno de oscuridad, negra brea que cubrió cada tramo de mi cuarto, el silencio aprisionante hacía estallar mi cabeza ansiosa de sonidos y las imágenes recurrentes de mi interior herido aparecian como fantasmas tenues entre la sombras y los haces de luz que se colaban al pasar de cada vehículo.
La energía eléctrica esta ves no volvió como era ya costumbre, dejando en penumbras cada rincón de este pintoresco pueblo del norte del país.
Calor, calor
sofocante que amenazaba con deshidratar mi cuerpo, no soporté mas, salí al
patio.
Me senté en
una piedra esperanzado a que la luz volviese, mas no lo hizo…
- - Hola
Lucho – fue una voz femenina.
Solo existe una persona en el universo entero que me dice
así y no es una mujer, la sombras de la noche bañaban ese cuerpo femenino que
avanzaba hacia mí, su larga cabellera de rizos juguetones bailaban a cada paso
que daba, su caminar erótico, atrevido y sensual y su voz, ardiente y
atemorizante.
- - ¿Puedo
sentarme contigo? – preguntó, yo no le contesté, solo me aparte brindándole espacio
en aquella roca incomoda en la que me había sentado.
- - ¿Sabes
quién soy, verdad Luchito? – me dijo sentándose a mi lado mientras acomodaba su
cabello en una cola de caballo.
- - La
verdad no le sé – le contesté – sin embargo creo que tú me conoces, ¿él te
habló de mí?
- - Él
habla muy bien de ti, pero ya nos conocíamos antes, ¿no lo recuerdas?
- - La verdad
no.
Y se acercó a mí tan cerca que su respiración se fundía
con la mía, mi rostro y el suyo era dividido por centímetros de aire, su aroma
inundó mi mente de recuerdos y fantasías de antaño, supe quién era.
- - ¿Qué
quieres conmigo? – le pregunté observando sus ojos que a pesar de tanta
oscuridad pude apreciar con claridad, amarillos incandescentes.
- - Ayudarte
– me dijo sin retirarse, su aliento entró por mis sentido.
- - No lo
comprendo, ¿tú me quieres ayudar? Creo que la ayuda de él es suficiente – le dije.
- - Puede
ser, pero él ya no tiene tiempo para ti, además, tú ya le pediste que no volviera,
que te dejara solo.
Era verdad, un día lleno de furia le grité, le dije que
no necesitaba sus consejos, ¡que sus regaños me tenían cansado!!! ¡Déjame solo!!!...
Le grité y él sencillamente sonrió con tristeza y dándome
una palmada en el hombro se alejó.
- - Y sabes
algo – me dijo acercándose aún más – creo que ya no lo volverás a ver.
- - No
es cierto lo que me dices – le dije – me niego a aceptar todo eso.
- - Luchito
– me dijo recostándose a mi pecho – mírame a mí, sola desde ese día, pasó lo
mismo conmigo
- - No
es lo mismo – le contesté tocando su cabeza con mi mano
- - Quizás
no, pero siempre me puedes tener a mí
- - Lo sé,
pero sé que volveré a verlo pronto.
- - Lucho,
lucho, dime – recargando su peso en mis piernas me dijo de nuevo a los
ojos - tu renuncia es en serio
No le contesté, solo vi de nuevo sus ojos amarillos
dorados.
- - Viendo
tus ojos sé que no es así, hay un fuego dentro tuyo, diferente al que he
conocido en otros, sé que ni las aguas torrenciales le podrán apagar.
Me dio un beso en la mejilla y se levantó en dirección a
la pared del patio.
- - Sé que
no podré conquistarte tan fácilmente, ya no tanto como en el pasado, pero aun así
haré mi esfuerzo, no lo dudes.
Y se fue, perdiéndose en la oscuridad de la noche,
dejando tras de sí un halo de dudas e incertidumbre.
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