Lisa fue a su buzón de correo y solo había una carta. Ella la tomo y la miro antes de abrirla, y noto que nombre y dirección. Ella leyó: Qu...

El juicio del rey (Mateo 25, 40)

Lisa fue a su buzón de correo y solo había una carta. Ella la tomo y la miro antes de abrirla, y noto que nombre y dirección. Ella leyó: Querida Lisa: "voy a estar en tu barrio el sábado en la tarde y quisiera verte. Te quiere siempre, Jesús"

Sus manos temblaban mientras colocaba la carta en la mesa. ¿Por que Dios querrá visitarme si no soy nadie especial? También recordó que no tenia nada que ofrecerle, pensando en eso, ella recordó su alacena vacía. "Oh, no tengo nada que ofrecerle. Tengo que ir al supermercado y comprar algo para la cena".

Ella tomo su cartera que contenía C$50.00 "Bueno, puedo comprar pan y embutidos por lo menos". 

Se puso el abrigo y corrió a la puerta. Compró una barra de pan, media libra de jamón y un cartón de leche lo que le dejo con tan solo doce cordobas hasta el lunes. Se sentía bien a medida que se acercaba a su casa con su humilde compra bajo el brazo. "Señorita, por favor, ¿puede ayudarnos?" 

Lisa había estado tan sumergida en sus planes para la cena que no había notado dos figuras acurrucadas en la acera. Un hombre y una mujer, ambos vestidos de andrajos . "Mire señorita, no tengo trabajo y mi esposa y yo hemos estado viviendo en las calles, nos estamos congelando y tenemos mucha hambre y si usted nos pudiera ayudar se lo agradeceríamos mucho".

Lisa los miro. Ellos estaban sucios y mal olientes y pensó que si ellos en verdad quisieran trabajan ya habrían conseguido algo. "Señor, me gustaría ayudarlos, pero soy pobre también. Todo lo que tengo es un poco de pan y jamón, y tendré un invitado especial a cenar esta noche y pensaba darle esto de comer. "Esta bien, comprendo. Gracias de todas maneras. El hombre puso su brazo sobre los hombros de la mujer y Ella los miraba alejarse y sintió mucho dolor en su corazón". "Señor espere". 

La pareja se detuvo, mientras ellas corría hasta ellos. "Por que no toman esta comida, puedo servirle otra cosa a mi invitado" dijo ella mientras le entregada la bolsa del supermercado.

"Gracias. Muchas gracias señorita "Si, Gracias" le dijo la mujer y Lisa pudo ver que estaba temblando de frió. "Sabe, tengo otro abrigo en casa, tome este",le dijo mientras se lo ponía sobre los hombros. Ella regreso a casa sonriendo y sin su abrigo ni comida que ofrecer a su invitado. Se estaba desanimando a medida que se acercaba a la puerta de su casa, pensando que no tenia nada que ofrecer al Señor. Cuando metió la llave en la cerradura noto otro sobre en su buzón.

"Que raro. Usualmente, el cartero no viene dos veces el mismo día". Ella tomo el sobre y lo abrió: 

Querida Lisa: Fue muy agradable verte de nuevo. Gracias por la comida y gracias también por el hermoso abrigo. Te quiere siempre, Jesús.

A veces es difícil encontrar a Dios en las pequeñas cosas que nos rodean, incluso en las personas que a veces nos son desagradables, pero es precisamente ALLÍ donde EL quiere que le encontremos: en cada pequeña y hermosa cosa que esta hecha para nosotros!!!!

"...Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis..." (Mateo 25:40)

Como dijo el Papa Francisco, al final seremos juzgados por Dios en el amor, cuanto hemos amado.
Por supuesto, siempre hay que tener en cuenta que somos justificados, que somos salvados por la gracia, por un acto de amor gratuito de Dios que siempre nos precede. Solos no podemos hacer nada.

La fe es ante todo un don que hemos recibido, pero para dar fruto, la gracia de Dios siempre requiere de nuestra apertura a Él, de nuestra respuesta libre y concreta. Cristo viene para traernos la misericordia de Dios que salva. Se nos pide que confiemos en Él, de responder al don de su amor con una vida buena, hecha de acciones animadas por la fe y el amor.

Queridos hermanos y hermanas, no tengamos nunca miedo de mirar el juicio final; que ello nos empuje en cambio a vivir mejor el presente. Dios nos ofrece con misericordia y paciencia este tiempo para que aprendamos cada día a reconocerlo en los pobres y en los pequeños, para que nos comprometamos con el bien y estemos vigilantes en la oración y en el amor. Que el Señor, al final de nuestra existencia y de la historia, pueda reconocernos como siervos buenos y fieles. Gracias.

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