- Gracias - le dije. Tome aquel licuado de leche y me senté en una de las bancas. Había mucha gente, muchas conversaciones, muchos abra...

- Gracias - le dije. Tome aquel licuado de leche y me senté en una de las bancas.

Había mucha gente, muchas conversaciones, muchos abrazos y yo me encontraba solo, solo y mis incertidumbres y mi locura, solo con la nostalgia y la melancolía, solo sin nadie más.
El parque estaba colmado de almas, que pasaban de un lado a otro sin observar a aquel extraño que, sentado en un rincón al lado de la concha acústica observaba la cruz del campanario de la Iglesia de San Blas.

Ahí estaba, era un extranjero en la tierra que me vio nacer, Chichigalpa, nadie sabía quién era, no sabían de donde venía ni cuánto tiempo estaría. Nadie me conocía. 

Es increíble como cambia todo en diez años.

Bebí de mi licuado y me recosté, la cruz del templo se mantiene aun erguida en su tenacidad de anunciar la salvación. Una antena sobresalía al lado de ella.

- Es un pararrayos - me dijo.
- Decidiste venir aquí también - le contesté.
- Sí, sabes que siempre que te sientes solo yo aparezco contigo.
- Aunque nunca es a ti a quien espero - le contesté.

Ella sonrió. Le pasé de aquel licuado y le bebió recostándose a mi lado.

- Notaste que el pararrayos es más alto que la cruz - le dije sin dejar de ver aquel campanario.

La gente seguía pasando y muchos se sentaban cerca a aprovechar la señal gratuita del Wi-Fi que aquel parque ofrecía.

- Sí - me dijo ella - así tiene que ser.

Escuchaba unos cánticos procedentes del templo, parecía haber un retiro dentro, un retiro de jóvenes.

- Es un retiro ¿verdad?
- Así parece.
- Ya no me alegra - le dije, ella me observó dándome de nuevo el licuado, yo continué - he luchado por una Iglesia de la cual me siento defraudado, me han dejado solo, me han señalado.
- Lo entiendo Lucho.
- De no ser de haberlo conocido incluso a estas alturas podría dudar que él existe.
- ¿Y dudas, Luchito?
- Ya ha sido un año de su abandono, ya ha sido un año en que él no me ha acompañado, no me ha defendido, en que me ha dejado a las manos de mis adversarios.
- Luis, ¿estás perdiendo tu fe?
- A veces creo que sí. - dije y suspiré.

Los cánticos se convirtieron en oraciones, y su murmullo llegaba hasta donde yo me encontraba. Empecé a llorar.

La gente seguía de largo y nadie me observaba, es mejor, no me gusta que me vean llorar y hablar solo, si estoy loco es cosa sola mía.

Lilith se acercó y me abrazó. Como niño lloré en su hombro, de nuevo. Ya no llevo cuenta de las veces que lo he hecho.

- Sabes, Lucho, - me dijo retirándose un poco - recuerdas el pararrayos.
- Sí - le dije - dime.
- Sin esa antena la Iglesia sufriría mucho ante las tormentas que, como ya sabes, son habituales. El pararrayos está destinado a recibir toda la violencia con tal que su Iglesia siga en pies. El pararrayos mantiene a San Blas viva. 

Me limpió el rostro y me observó a los ojos 

- Los jóvenes que están en ese retiro necesitan a ese pararrayos, aunque no lo saben, ni siquiera lo imaginan. Tú eres un pararrayos, la Iglesia te necesita, aunque te va a doler, ya venciste a la muerte, con él, ¿qué no vencerás?

Quedó en silencio, y como si había hablado de mas.

- Como siempre yo - atinó a decir, se me acercó y me besó. Puso su mano en mi hombro y sonrío apenada.

- Hasta pronto, mi ser- me dijo despidiéndose y se fue tiñendo entre la multitud de personas que venía e iban.

Me quedé como siempre, perplejo por aquel Súcubos y sus hermosos consejos, tan bellos como sus ojos ardientes.


Un estruendo a lo lejos anunciaba la lluvia que se aproximaba mientras aquel retiro dentro proseguía con toda la seguridad que aquel humilde pararrayos brindaba.

Ya no quiero seguir existiendo, la batalla ha matado mis energías y mi esperanza, ya no puedo mas, me rindo ante la vida y ante aquel que ca...


Ya no quiero seguir existiendo, la batalla ha matado mis energías y mi esperanza, ya no puedo mas, me rindo ante la vida y ante aquel que calla, sus mudos labios no han contestado mis plegarias y mi soledad cada ves es mas pesada.

Quilalí es tan vacío, a las diez de la noche todas las personas se encierran en sus habitaciones, cual agorafobicos temen a salir ante la oscuridad nocturna, nadie sabe, sospecha o intuye que deambulo en sus calles cual espanto nocturno o ángel caído. La rotonda frente al puente del Río Jicaro es mi refugio a mis locuras noctambulas.

Ahí en la soledad absoluta, veo el correr del tiempo frente a mis ojos, y el cadáver de mis sueños llevado en procesión hasta el sepulcro del olvido.

- Ya hace mucho que no apareces, me has abandonado a la suerte y a las manos de Lilith quien altera mi cordura y me hace desear la muerte.

Las calles vacías se cubrían de la negra brea de la noche, la oscuridad es apremiante frente a la necesidad de ocultar mis lagrimas, mi rostro desfigurado en una mueca patética y mis manos temblando ante el temor del mas allá.

- ¿Porqué me encomendaste esta misión que me obliga a olvidar mi propio ser? Ya no puedo ante los demonios que me circunda, quieren mi sangre y la han conseguido, quieren mi martirio y ya solo espero el toque de muerte, el jaque mate final.

Un viento frío descendió de las montañas de Quilalí, un silbido terrorífico que susurra a mi oído con un escalofrío el "quod sit ultimum" que he pedido y que ahora temo "veniat mors"

Un espectro avanza con lentitud, sus vestiduras oscuras y su rostro oculto tras un cabello negro, me pongo en pie ante esa figura amenazante, pienso en huir, mas mis pies no reaccionan.

veniat mors escucho nuevamente. Viene la muerte

Dos pasos atrás, no consigo huir, su mano gélida aprieta mi cuello con fuerzas, siento perder mis energías y ceder mi espíritu.

- singulare certamen - dijo elevando mi rostro a su cara - Pelea.

Mi cuerpo se entumecía ante la presión que me impedía respirar, sus ojos luminosos, cual brazas encendidas me observaban desfallecer

- SINGULARE CERTAMEN - gritó con fuerzas, su respiración parecía a la de un toro enfurecido.

Ahí frente al espectro de dos metros de altura que amenazaba con robar mi vida, mis pensamientos se debatían entre ceder mi espíritu muriendo en las manos de aquel desconocido o en luchar por mi vida.

Decidí arriesgarme si de todas formas moriría al menos que sea heroicamente.

Levanté mis manos a la altura de su rostro, mis dedos pulgares los enterré en los ojos incandecentes presionando con todas las fuerzas que cabían en mi pecho, comenzó a gritar de dolor, soltando mi cuello permitiendo mi respiración, caí fuertemente al adoquinado de la calle. El dolor fue insoportable.

Se lanzó sobre mí nuevamente, la adrenalina comenzó a fluir por todo mi ser, tomé sus manos y les sujeté fuerte, ahora que lo recuerdo no logro comprender de dónde saqué aquellas fuerzas.

Golpe tras golpe y la contienda persistía, estaba decidido a quitarme la vida y yo decidido a morir luchando, mi cuerpo cada ves mas lastimado pero las fuerzas se renovaban a cada golpe recibido.
No logro recordar cuantas veces mi rostro fue restregado en las piedras de la calle.

Al fin me sujetó fuertemente, presionando mi pecho, grité de dolor y, sin saber cómo, golpeé con fuerzas su entre pierna con mi rodilla.

Cayó al suelo retorciéndose del dolor.

Tomé una piedra cercana, la levante con intención de lanzarla cuando.

- Lucho, has vencido.

Su voz, no puede ser, es él.

Se puso en pie, despejando su rostro ante mí, esa visión fue celestial, era él, toda la noche fue él.

- Ya no temas mi hijo, has luchado contra mí y has vencido, ahora dime, frente a qué te podrás doblegar.

Quise arrodillarme y llorar a sus pies, quise abrazarle y pedirle que no me deje de nuevo, quise decirle que si él no soy nada, sin embargo mi cuerpo no reaccionaba.

- Hoy es el día en que te he restaurado luchito, hoy es el día en que te preparo, crees que lo que has vivido es duro, la batalla a penas empieza. Ve en paz, y lucha con todas tus fuerzas. Ganaras la guerra que se ha tramado en tu contra y recuerdalo yo mismo lucharé a tu lado.

y con esas palabras desapareció de mi vista mientras a lo lejos, detrás de las montañas de Quilalí el sol de nuevo aparecía.

Vete Arranca cada tramo de esperanza de esta inútil relación que no quede nada de ti en mi vida Vete Llévate contigo los recuerd...

Vete
Arranca cada tramo de esperanza de esta inútil relación
que no quede nada de ti en mi vida

Vete
Llévate contigo los recuerdos y fantasías
la música y los aromas

Vete
Y destruye de una ves el corazón sangrante
que en tus manos estrujas

Vete
Y asesina la ilusión de cada una de mis utopías
mata al poeta iluso que creyó en el amor.

Vete
Y deja que mi locura lapidante me consuma
y mis mayores miedos se evoquen.

¿Porqué no te fuiste antes de aparecer en mi vida?
¿Porqué no me fui al saber quién eras?
¿Porqué creí que la redención llega a cualquiera?
Ya no creo en el corazón humano
en el amor mítico que se oculta tras los bastidores
de esta obra patética
en donde el hidalgo soñador
muere atrozmente.

Vete
Pero hazlo de una ves
antes que mi estupidez domine de nuevo
y crea en tus falsas palabras.

Vete, pero hazlo ya.


Cae sobre mí toda la soledad golpea mi pecho con tu apasionado impulso destruye ya este corazón inutil destrozalo en tus manos y hazlo p...

Cae sobre mí toda la soledad
golpea mi pecho con tu apasionado impulso
destruye ya este corazón inutil
destrozalo en tus manos
y hazlo pedazos

Ya no quiero sentir

Arranca estas emociones que me convencen
mis ideales llevalos con el viento
ya no quiero creer
ya no quiero ser
quiero perderme en la nada.

Ya no me queda nada que sentir.

¡Cuánto daría por ser libre de mí mismo!
olvidar todas mis utopías
arrancar en pedazos mis anhelos
raspar mi rostro contra la cruel realidad
y que se desfigure mi humanidad

Ya solo eres tú, oh soledad lo que realmente existe

Y frente a las cicatrices indelebles
frente al fracaso continuo
frente al abandono total
quedarme abrazado a mí
refugiarme en mí mismo

Y en nadie más.

Ven soledad
soledad infinita
soledad eterna
que este bohemio agonizante
llora por ti.


 - Ya no puedo mas, no quiero vivir mas de esta manera, quiero arrancarme esta mancha de pecado, renovarme nacer de nuevo, arrancar mi coraz...

 - Ya no puedo mas, no quiero vivir mas de esta manera, quiero arrancarme esta mancha de pecado, renovarme nacer de nuevo, arrancar mi corazón y conseguirme uno nuevo, ya que, cuando quiero resistirme el mal que habita en mí es más poderoso y me vence, cuando quiero luchar mi carne se embriaga de los placeres del mal.

La capilla permanecía en silencio, estaba solo yo y la suciedad que Lilith dejó en mi corazón la suciedad que acepté voluntariamente y que tomé hasta saciarme de inmundicia.
La dura sentencia del silencio me avergonzaba, me laceraba completamente, no saberme capaz de lastima.

Unos pasos.

Yo seguía de rodillas en oración, el olor a incienso tan agradable me invitaba a orar, a seguir en mi clamor, mis manos apretadas en un puño en mi frente, mis lágrimas bajando  mojando con su dolor todo mi rostro y mi corazón, contrito, hum
illado sin mas que su dolor profundo.

- Te he profanado - insistía mi oración - he profanado tu templo con mis manos sucias, he profanado tu palabra con mis labios maculados, y tu nombre con mi actuar.

Los pasos se acercaban hasta sentarse al lado mio, no me moví, insistía en seguir de rodillas suplicando perdón suplicando habitar de nuevo bajo su presencia.

Una mano se posó en mi hombro, no lo entendí, su tocar e pareció familiar, conocido.

- Hola - la voz de un anciano, por un momento me molesté, quería seguir de rodillas orando pero la voz insistió - Hola hermano Luis.

Me incorporé y rápidamente limpié mis ojos, respiré profundamente tratando de dibujar en mi rostro una sonrisa forzada.

- Hola herano Luis, disculpe que le interrumpa. - decía aquel anciano ahora sentado a mi lado. - me gustó su predica de hoy, sobre lo que hace llorar a Jesús - decía, en mis adentros la vergüenza aumentó, si este hermano supiera que es un demonio el que ha habitado mi carne durante estos últimos meses no estaría tan feliz de verme.

Es natural, cuando caes no hay aplausos, no hay elogios, solo miradas acusadoras y dedos señalando sin saber que es en esos precisos momentos en que mas necesitamos sus oraciones y apoyo.

Quise decirle que yo no era lo que el creía, quise decirle que soy un vil pecador que no ha podido luchar con sus tentaciones, quise hecharme a llorar al reflexionar sobre la manera en que esa confesión arrancaría el brillo de aquellos ancianos ojos.

- Sabe, le quiero contar la historia de un naufrago - me dijo yo no mencioné palabra, mi garganta seguía afónica después de mi llanto, solo hice un ademán pidiéndole que continuara.

- Cuando te toca navegar a la deriva, en completa soledad, sin agua ni proviciones, la carne empieza a clamar. Tu cuerpo puede resistir el hambre, pero oh! el agua si es un problema. Tienes sed, una sed que interrumpe tu pensar y obstruye tu sano juicio, ¿y sabe cuál es el peor problema de todo hermano Luis?

- Siga - atine a decir, no sabía exactamente hacia donde me quería llevar con esa narración pero e empezó a interesar.

- Que en un naufragio en el mar el agua es lo que abunda, usted quisiera beber toda esa agua, pero no debe hacerlo, el agua salada no es de consumo humano. Si la logra beber lo que sucede con su cuerpo es mas escalofriante, le da mas sed, y empieza a tomar mas, y cada ves quieres mas de esa agua venenosa y nunca te sacias, cada sorbo clama por el próximo hasta que mueres sediento completamente.

- ¿Pero qué hay que hacer ante esa necesidad de beber? - pregunté

- Nada, solo debes de resistir esa tentación que te rodea y clamar a Dios por que llueva y puedas beber un poco de agua pura, mas no intentar beber esa agua salada por muy abundante que sea.

- ¿Y si no llueve?

- No pierdes nada, sabe, eso mismo sucede con las tentaciones de la carne, cuando le pruebas mas le quieres pero nunca te sacia de verdad, como agua salada solo aumenta el deseo con cada ves que lo haces, hasta causarte la muerte, mueres sediento y sin haber experimentado la plenitud de la felicidad, por ello debemos de abstenernos de tomar aunque parezca tan fácil.

- ¿Qué se puede hacer cuando ya se ha probado?

- Clama, clama luchito y yo te responderé, te daré las fuerzas para salir del fondo del abismo al que has caído y renovaras tus energías como las águilas. Te prometo que lloverá para ti agua abundante de gracia y plenitud, pero clama como lo has estado haciendo.

Me abrazó y se puso de pie, empezó a caminar en dirección a la salida del templo, quise detenerle,, quise darle gracias, mas no lo conseguí, sabia que ya estaba empezando a llover de nuevo y quería saborear la gracia que descendía.