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Cuando las luces se vayan apagando  y la oscuridad gobierne mi nada,  cuando me reduzca a polvo a lamentos y llantos cuando se evapo...


Cuando las luces se vayan apagando 
y la oscuridad gobierne mi nada, 
cuando me reduzca a polvo
a lamentos y llantos
cuando se evapore la última lágrima
cuando se marchite la ofrenda de flor...

Quiero que estés ahí, 
ahí con tu mirada, 
tu perfume de azahar
y la certeza de tu amor.

Ahí, escribiendo mi epitafio
Ahí, contando mi leyenda
Ahí recitando mis poemas
ahí resurgiendo mis sueños.

Quiero que estés ahí
transmitiendo mis anhelos a una nueva generación
cumpliendo mis metas en los que vendrán
y animando a otros 
con la dedicación de un amigo
con el ímpetu de un platónico amor.

He decido compartir un capitulo del libro que estoy escribiendo "Llámame Koni" un camino de regreso a casa. Espero leer sus come...

He decido compartir un capitulo del libro que estoy escribiendo "Llámame Koni" un camino de regreso a casa. Espero leer sus comentarios al respecto.

¿Católica yo?

CAPITULO 9



Srta. Rosa Espinel (Estudiante de Psicología)

Yo vi esos videos que hicieron popular a mi rockstar, sin embargo, siempre supe que eran exagerados, incluso algunos se atrevieron a hacer montajes ridiculizando, yo me calmaba pensando en que solamente sería una moda pasajera, como todas las de internet, sus videos se olvidaran como otros que en su momento fueron furor y ya nadie les menciona.

Pasaron unos meses del suceso de la catedral y Elías siempre iba a clases y, a pesar de mis ideas, la fama de él no disminuía, se mantenía estática. Quizás por lo enigmático que siempre se ha comportado. Algunas chicas se tomaban fotos con él y le presumían en las redes, en Facebook abundaron las paginas asegurando ser el “sayayin de León” sin embargo, nosotras sabíamos que ninguna de ellas era de él, sencillamente a Elías no le gustaban las redes sociales. Poco a poco las aguas se fueron calmando y las clases continuaron de lo más habitual.

Una mañana no tuve clases, pero nadie tuvo la bondad de avisarme, fue llegando a la facultad cuando me enteré. Molesta me senté en una banca del campus y empecé a mandar mensajes a mi grupo del WhatsApp.
Fue cuando le vi pegando en un poste el anuncio de la Jesús Party de ese año, llegué a ayudarle.

- Si quieres te ayudo a distribuirlas – le dije

- Esta bien – me dijo con aquella sonrisa que hacía chiquito mi corazón.

Le acompañé todo ese día, íbamos de facultad en facultad pegando las volantes para ese concierto, yo feliz de ir al lado de él sintiendo el olor de su perfume, era un aroma maderoso, como sándalo, muy varonil, su cara siempre bien cuidada, afeitado a ras y su cabello fino y delicado. Sí, estaba enamorada de él. Lástima que Elías no entendía las señales que le mandaba, los hombres siempre son complicados para eso, no saben descubrir el corazón de una mujer que late de amor por ellos.


- Rosita – me dijo, “recuerda mi nombre” fue lo primero que pensé – ¿no te gustaría ir al evento?

- Claro que sí Elías, yo voy cada año – “para verte” me mordí la lengua antes de decirlo- me gustan esos eventos.

- Pero – me dice, tomando en su mano una medalla de la Virgen María que colgaba de mi pecho – vos sus católica, verdad.

Me dio pena, no era católica al cien, solo iba a misa cuando me daba la gana y a una que otra actividad que organizaban los de la pastoral juvenil, pero en realidad me gustaban mucho más los eventos evangélicos, la música evangélica, ellos sí hacían grandes cosas para atraer a los jóvenes. Pero no pensaba dejar de creer en María, por eso no me decidía a aceptar esa fe.

- Pues qué te digo, si y no, no soy tan comprometida con mi iglesia

- No te preocupes, te quería preguntar algo sobre tu medalla, no era muy importante, pero me gustaría que fueses al evento, yo te puedo pasar trayendo, si quieres.

¡¿Cómo podía rechazar esa oferta?! Cuando se abre una puerta no queda más que entrar en ella, si no quizás nunca más estará abierta para ti.

- Claro que sí. Pero cuidado me dejas sola

- Mmmm, espero que no, sabes que me toca organizar muchas cosas estando allá, no te enojes si eso pasa. ¿Sí?

- Esta bien, es un trato. Te mando mi dirección en un mensaje oki.

- Esta bien Rosita.

Y se despidió.

Esa noche quería estar más presentable que nunca, estaba sumamente ansiosa, mi amiga no podía creerlo, saldría con mi rockstar.

Puntual, a la hora acordada estaba él afuera de mi casa esperándome. Salimos en dirección al campo Victoria, desde lejos se podrían ver las luces, parecía toda una fiesta, una explosión juvenil.

Elías desde que íbamos no paraba de hacer llamadas, que el sonido, que las mantas, que los trajes, parecía que estaba coordinando casi todo.

Allí me encontré a muchas personas conocidas, quizás esos videos virales habían ayudado a que el evento fuese masivo, todos querían escuchar a Elías, verlo actuar, y yo me sentía una pequeña cenicienta viviendo su sueño, al lado de él.

Y empezó el evento, el grupo entonó la canción que está pegando en todas las radios, una canción romántica con mensajes cristianos, todos nos emocionamos ya que han sido un éxito no solo en las radios cristianas sino está en los primeros puestos en las radios seculares. No lo podía creer.

Abrace a Elías emocionada. Él me devolvió el abrazo.

Siempre me he preguntado, ¿Por qué la Iglesia católica no hace eventos así? Siendo sinceros sus actividades son aburridas y cuando quieren hacer algo alegre nos ponen música secular.

Los jóvenes que queremos buscar de Dios no andamos con sed de lo mismo que podemos encontrar en el mundo, andamos con sed de espiritualidad, de escuchar una voz que nos direccione. Pero no, a ellos no les interesa que los jóvenes vivamos la fe, solo les importa mantener a las abuelitas siempre rezando rosarios y ya. Solo hacen los que más les acomoda. Y las pastorales llenan sus catequesis de temas de autoestima y sexualidad, pero nada de Dios. Y qué decir de los que le dirigen, por la mañana hablan de cristo y por la noche van a un bar. Doble moral.

Ya no quería eso, quería entregarme a Cristo completamente, sin medias tintas, abrir las puertas de mi corazón para que lo transforme completamente.

Esa noche, como ya me lo esperaba, Elías se marchó a lo suyo, pero yo, sin pensarlo recibí el mayor de los regalos, recibí a Jesús en mi corazón deshaciéndome de una vez por todas aquella medalla que era lo único que me mantenía siendo católica.

- Ya no puedo más - exclamé, nadie lo percató, fue una declaración ruidosamente silenciosa, sin embargo con un eco profundo en mi cora...



- Ya no puedo más - exclamé, nadie lo percató, fue una declaración ruidosamente silenciosa, sin embargo con un eco profundo en mi corazón - Ya no puedo más - grité ineludiblemente, fue imperceptible a mi auditorio quienes me observaban en esperas de algo mejor.

La mañana, aún y su belleza, su verde y su ambición de ser cada vez más hermosa permanecía abstracta a nuestro ojos, no la reconocemos, nos era ajena a la discusión entablada, los árboles balanceados por una leve brisa, las aves cantando su monótona pero rítmica canción, y los multicolores reflejos del jardín eran tan solo un trazo de pintura inocua para aquella conversación cotidiana.

¿De qué hablábamos? de Dios.

Y sí, hablar de Dios ya se había vuelto rutina, cada mañana en la sala con vista al jardín nos reuníamos a hablar de ese ser lejano y cercano, etéreo en nuestra limitada concepción, incorpóreo o material. Todo ello me tenía cansado, la deidad parecía ser a mí solamente un referente de nuestra propia limitación.

- Luis - preguntó Nereida - entonces el amor de Dios es independiente del pecado.

Y contesté, contesté reproduciendo en mi mente aquel mp3 grabado, como si de Siri me trataba, respondiendo las preguntas con certeza intelectual mas carente de alma. Algunos recibieron mi respuesta con agrado, otros, mentalmente dijeron su frase "cuanto sabe" con aquel cargado tono de sarcasmo, no importa, eso es lo de siempre, yo sencillamente entré de nuevo en mi forma de reposo a la espera de otra pregunta directa.

- Ya no puedo más - repetí, tanta hablar de Dios y no hablar con él me tenía agotado, mi espíritu degradado cual tierra reseca sin señal próxima de lluvia, te has marchado, te has ido realmente.

- Sí, Lucho, se ha marchado - ella nuevamente, apostada de pie detrás de mi asiento, poniendo sus manos en mi hombro y acercando su cálido aliento a mi oreja - se ha ido, y al parecer no volverá.

No le contesté, creerán que estoy loco, si ya muchos notan mi falta de cordura escucharme hablarle a aquella mujer sería la confirmación del extravió de mi lucidez, sin hacer gesto alguno le escuché.

- Y creo que fue mi culpa, Lucho - me dijo mientras sus manos masajeaban mis hombros cansados. - Es mi culpa, porque, aunque lo niegues, te has enamorado de mí y ya no quieres dejarme.

- Te odio - le dije. Miguel giró su cara a mí. ¡Me escuchó! fue lo primero que pensé.

- ¿Me hablaba Luis? - dijo, negué con la cabeza, que suerte que él sea sordo de un oído. Lilith solo se rió con carcajadas sonoras.

- No Luis - insistió Lilith - Vos me amás, te negás a esa realidad, pero disfrutás mi compañía y he llegado a descubrir que genuinamente me extrañás.


El devocional continuaba, las lecturas bíblicas insistían en el amor de Dios y la magnitud de ese amor, mas yo ya lo sabia, ya lo he experimentado, el amor de Dios es tan grande como su abandono.

- No te confundas, amor - Me dijo Lilith mientras se sentó en mis piernas, tomando mis manos para cubrir su cintura - él te ama, mas de lo que yo podría amarte.

- Pero - hice como si a ellos les preguntaba - ¿Qué significa realmente el amor de Dios? ¿Hasta donde podemos atenernos a ese amor? ¿Algún día dejará de amarnos?

Mildred contestó a ello con un rotundo no, nunca nos dejará de amar.

- Sí - contradijo Lilith, aunque su respuesta no fue escuchada - sí Lucho, su amor se agotará, en un momento dejará de esperar por ti y sencillamente te dará la espalda. Yo lo sé Lucho, sé lo duro que es su rechazo, su espalda lacera tu cara, la desgarra y tus lagrimas no bastan, cuando él ama, lo hace intensamente, pero cuando deja de hacerlo la fuerza de su rechazo es insondable, profundo, arcano. A eso ustedes han llamado infierno, pero olvídate de las llamas, no existen, olvídate de los castigos, no los hay, solo su repudio, saberte lejos de aquella mirada.

Con mis ojos aterrados le pregunte sin palabras, el momento en que el amor inagotable se evapora. Lilith que sabe interpretar mis ojos me contestó.

- Cuando se acabe tu tiempo de misericordia, es decir, el día en que mueres. De ese día depende si pasaras a gozar de la visión salvifica o estarás entre los desterrados de su corazón. Mira Lucho, quizás ahorita no lo percibas pero si respiras, si aun te mantienes en este plano existencial es sencillamente gracias a su amor, él te está dando otra oportunidad. Aprovéchala.

- ¿Qué tengo que hacer? - dije

- Lo que le toca en su plan mensual - dijo Holvin al escuchar mi pregunta.

Lilith volvió a reír, no lo vuelvo a hacer, Lilith no debería de venir cuando estoy en mi trabajo, ella ya lo sabe.

- Pide un nuevo corazón, uno que ya no me ame y que esté dispuesto a amarle a él de nuevo. - Me dijo, sus ojos acuosos, cual represas contenían aquella lágrima que saldría, me dio un beso y se reincorporó. Avanzó a la puerta que da al jardín y allí me sonrío.

Se quedó todo aquel día en la oficina, yo de vez en cuando levantaba mi rostro del computador y le observaba con tristeza, con cariño y quizás, solo quizás, con amor, como ella decía

- Gracias - le dije. Tome aquel licuado de leche y me senté en una de las bancas. Había mucha gente, muchas conversaciones, muchos abra...

- Gracias - le dije. Tome aquel licuado de leche y me senté en una de las bancas.

Había mucha gente, muchas conversaciones, muchos abrazos y yo me encontraba solo, solo y mis incertidumbres y mi locura, solo con la nostalgia y la melancolía, solo sin nadie más.
El parque estaba colmado de almas, que pasaban de un lado a otro sin observar a aquel extraño que, sentado en un rincón al lado de la concha acústica observaba la cruz del campanario de la Iglesia de San Blas.

Ahí estaba, era un extranjero en la tierra que me vio nacer, Chichigalpa, nadie sabía quién era, no sabían de donde venía ni cuánto tiempo estaría. Nadie me conocía. 

Es increíble como cambia todo en diez años.

Bebí de mi licuado y me recosté, la cruz del templo se mantiene aun erguida en su tenacidad de anunciar la salvación. Una antena sobresalía al lado de ella.

- Es un pararrayos - me dijo.
- Decidiste venir aquí también - le contesté.
- Sí, sabes que siempre que te sientes solo yo aparezco contigo.
- Aunque nunca es a ti a quien espero - le contesté.

Ella sonrió. Le pasé de aquel licuado y le bebió recostándose a mi lado.

- Notaste que el pararrayos es más alto que la cruz - le dije sin dejar de ver aquel campanario.

La gente seguía pasando y muchos se sentaban cerca a aprovechar la señal gratuita del Wi-Fi que aquel parque ofrecía.

- Sí - me dijo ella - así tiene que ser.

Escuchaba unos cánticos procedentes del templo, parecía haber un retiro dentro, un retiro de jóvenes.

- Es un retiro ¿verdad?
- Así parece.
- Ya no me alegra - le dije, ella me observó dándome de nuevo el licuado, yo continué - he luchado por una Iglesia de la cual me siento defraudado, me han dejado solo, me han señalado.
- Lo entiendo Lucho.
- De no ser de haberlo conocido incluso a estas alturas podría dudar que él existe.
- ¿Y dudas, Luchito?
- Ya ha sido un año de su abandono, ya ha sido un año en que él no me ha acompañado, no me ha defendido, en que me ha dejado a las manos de mis adversarios.
- Luis, ¿estás perdiendo tu fe?
- A veces creo que sí. - dije y suspiré.

Los cánticos se convirtieron en oraciones, y su murmullo llegaba hasta donde yo me encontraba. Empecé a llorar.

La gente seguía de largo y nadie me observaba, es mejor, no me gusta que me vean llorar y hablar solo, si estoy loco es cosa sola mía.

Lilith se acercó y me abrazó. Como niño lloré en su hombro, de nuevo. Ya no llevo cuenta de las veces que lo he hecho.

- Sabes, Lucho, - me dijo retirándose un poco - recuerdas el pararrayos.
- Sí - le dije - dime.
- Sin esa antena la Iglesia sufriría mucho ante las tormentas que, como ya sabes, son habituales. El pararrayos está destinado a recibir toda la violencia con tal que su Iglesia siga en pies. El pararrayos mantiene a San Blas viva. 

Me limpió el rostro y me observó a los ojos 

- Los jóvenes que están en ese retiro necesitan a ese pararrayos, aunque no lo saben, ni siquiera lo imaginan. Tú eres un pararrayos, la Iglesia te necesita, aunque te va a doler, ya venciste a la muerte, con él, ¿qué no vencerás?

Quedó en silencio, y como si había hablado de mas.

- Como siempre yo - atinó a decir, se me acercó y me besó. Puso su mano en mi hombro y sonrío apenada.

- Hasta pronto, mi ser- me dijo despidiéndose y se fue tiñendo entre la multitud de personas que venía e iban.

Me quedé como siempre, perplejo por aquel Súcubos y sus hermosos consejos, tan bellos como sus ojos ardientes.


Un estruendo a lo lejos anunciaba la lluvia que se aproximaba mientras aquel retiro dentro proseguía con toda la seguridad que aquel humilde pararrayos brindaba.

Ya no quiero seguir existiendo, la batalla ha matado mis energías y mi esperanza, ya no puedo mas, me rindo ante la vida y ante aquel que ca...


Ya no quiero seguir existiendo, la batalla ha matado mis energías y mi esperanza, ya no puedo mas, me rindo ante la vida y ante aquel que calla, sus mudos labios no han contestado mis plegarias y mi soledad cada ves es mas pesada.

Quilalí es tan vacío, a las diez de la noche todas las personas se encierran en sus habitaciones, cual agorafobicos temen a salir ante la oscuridad nocturna, nadie sabe, sospecha o intuye que deambulo en sus calles cual espanto nocturno o ángel caído. La rotonda frente al puente del Río Jicaro es mi refugio a mis locuras noctambulas.

Ahí en la soledad absoluta, veo el correr del tiempo frente a mis ojos, y el cadáver de mis sueños llevado en procesión hasta el sepulcro del olvido.

- Ya hace mucho que no apareces, me has abandonado a la suerte y a las manos de Lilith quien altera mi cordura y me hace desear la muerte.

Las calles vacías se cubrían de la negra brea de la noche, la oscuridad es apremiante frente a la necesidad de ocultar mis lagrimas, mi rostro desfigurado en una mueca patética y mis manos temblando ante el temor del mas allá.

- ¿Porqué me encomendaste esta misión que me obliga a olvidar mi propio ser? Ya no puedo ante los demonios que me circunda, quieren mi sangre y la han conseguido, quieren mi martirio y ya solo espero el toque de muerte, el jaque mate final.

Un viento frío descendió de las montañas de Quilalí, un silbido terrorífico que susurra a mi oído con un escalofrío el "quod sit ultimum" que he pedido y que ahora temo "veniat mors"

Un espectro avanza con lentitud, sus vestiduras oscuras y su rostro oculto tras un cabello negro, me pongo en pie ante esa figura amenazante, pienso en huir, mas mis pies no reaccionan.

veniat mors escucho nuevamente. Viene la muerte

Dos pasos atrás, no consigo huir, su mano gélida aprieta mi cuello con fuerzas, siento perder mis energías y ceder mi espíritu.

- singulare certamen - dijo elevando mi rostro a su cara - Pelea.

Mi cuerpo se entumecía ante la presión que me impedía respirar, sus ojos luminosos, cual brazas encendidas me observaban desfallecer

- SINGULARE CERTAMEN - gritó con fuerzas, su respiración parecía a la de un toro enfurecido.

Ahí frente al espectro de dos metros de altura que amenazaba con robar mi vida, mis pensamientos se debatían entre ceder mi espíritu muriendo en las manos de aquel desconocido o en luchar por mi vida.

Decidí arriesgarme si de todas formas moriría al menos que sea heroicamente.

Levanté mis manos a la altura de su rostro, mis dedos pulgares los enterré en los ojos incandecentes presionando con todas las fuerzas que cabían en mi pecho, comenzó a gritar de dolor, soltando mi cuello permitiendo mi respiración, caí fuertemente al adoquinado de la calle. El dolor fue insoportable.

Se lanzó sobre mí nuevamente, la adrenalina comenzó a fluir por todo mi ser, tomé sus manos y les sujeté fuerte, ahora que lo recuerdo no logro comprender de dónde saqué aquellas fuerzas.

Golpe tras golpe y la contienda persistía, estaba decidido a quitarme la vida y yo decidido a morir luchando, mi cuerpo cada ves mas lastimado pero las fuerzas se renovaban a cada golpe recibido.
No logro recordar cuantas veces mi rostro fue restregado en las piedras de la calle.

Al fin me sujetó fuertemente, presionando mi pecho, grité de dolor y, sin saber cómo, golpeé con fuerzas su entre pierna con mi rodilla.

Cayó al suelo retorciéndose del dolor.

Tomé una piedra cercana, la levante con intención de lanzarla cuando.

- Lucho, has vencido.

Su voz, no puede ser, es él.

Se puso en pie, despejando su rostro ante mí, esa visión fue celestial, era él, toda la noche fue él.

- Ya no temas mi hijo, has luchado contra mí y has vencido, ahora dime, frente a qué te podrás doblegar.

Quise arrodillarme y llorar a sus pies, quise abrazarle y pedirle que no me deje de nuevo, quise decirle que si él no soy nada, sin embargo mi cuerpo no reaccionaba.

- Hoy es el día en que te he restaurado luchito, hoy es el día en que te preparo, crees que lo que has vivido es duro, la batalla a penas empieza. Ve en paz, y lucha con todas tus fuerzas. Ganaras la guerra que se ha tramado en tu contra y recuerdalo yo mismo lucharé a tu lado.

y con esas palabras desapareció de mi vista mientras a lo lejos, detrás de las montañas de Quilalí el sol de nuevo aparecía.

 - Ya no puedo mas, no quiero vivir mas de esta manera, quiero arrancarme esta mancha de pecado, renovarme nacer de nuevo, arrancar mi coraz...

 - Ya no puedo mas, no quiero vivir mas de esta manera, quiero arrancarme esta mancha de pecado, renovarme nacer de nuevo, arrancar mi corazón y conseguirme uno nuevo, ya que, cuando quiero resistirme el mal que habita en mí es más poderoso y me vence, cuando quiero luchar mi carne se embriaga de los placeres del mal.

La capilla permanecía en silencio, estaba solo yo y la suciedad que Lilith dejó en mi corazón la suciedad que acepté voluntariamente y que tomé hasta saciarme de inmundicia.
La dura sentencia del silencio me avergonzaba, me laceraba completamente, no saberme capaz de lastima.

Unos pasos.

Yo seguía de rodillas en oración, el olor a incienso tan agradable me invitaba a orar, a seguir en mi clamor, mis manos apretadas en un puño en mi frente, mis lágrimas bajando  mojando con su dolor todo mi rostro y mi corazón, contrito, hum
illado sin mas que su dolor profundo.

- Te he profanado - insistía mi oración - he profanado tu templo con mis manos sucias, he profanado tu palabra con mis labios maculados, y tu nombre con mi actuar.

Los pasos se acercaban hasta sentarse al lado mio, no me moví, insistía en seguir de rodillas suplicando perdón suplicando habitar de nuevo bajo su presencia.

Una mano se posó en mi hombro, no lo entendí, su tocar e pareció familiar, conocido.

- Hola - la voz de un anciano, por un momento me molesté, quería seguir de rodillas orando pero la voz insistió - Hola hermano Luis.

Me incorporé y rápidamente limpié mis ojos, respiré profundamente tratando de dibujar en mi rostro una sonrisa forzada.

- Hola herano Luis, disculpe que le interrumpa. - decía aquel anciano ahora sentado a mi lado. - me gustó su predica de hoy, sobre lo que hace llorar a Jesús - decía, en mis adentros la vergüenza aumentó, si este hermano supiera que es un demonio el que ha habitado mi carne durante estos últimos meses no estaría tan feliz de verme.

Es natural, cuando caes no hay aplausos, no hay elogios, solo miradas acusadoras y dedos señalando sin saber que es en esos precisos momentos en que mas necesitamos sus oraciones y apoyo.

Quise decirle que yo no era lo que el creía, quise decirle que soy un vil pecador que no ha podido luchar con sus tentaciones, quise hecharme a llorar al reflexionar sobre la manera en que esa confesión arrancaría el brillo de aquellos ancianos ojos.

- Sabe, le quiero contar la historia de un naufrago - me dijo yo no mencioné palabra, mi garganta seguía afónica después de mi llanto, solo hice un ademán pidiéndole que continuara.

- Cuando te toca navegar a la deriva, en completa soledad, sin agua ni proviciones, la carne empieza a clamar. Tu cuerpo puede resistir el hambre, pero oh! el agua si es un problema. Tienes sed, una sed que interrumpe tu pensar y obstruye tu sano juicio, ¿y sabe cuál es el peor problema de todo hermano Luis?

- Siga - atine a decir, no sabía exactamente hacia donde me quería llevar con esa narración pero e empezó a interesar.

- Que en un naufragio en el mar el agua es lo que abunda, usted quisiera beber toda esa agua, pero no debe hacerlo, el agua salada no es de consumo humano. Si la logra beber lo que sucede con su cuerpo es mas escalofriante, le da mas sed, y empieza a tomar mas, y cada ves quieres mas de esa agua venenosa y nunca te sacias, cada sorbo clama por el próximo hasta que mueres sediento completamente.

- ¿Pero qué hay que hacer ante esa necesidad de beber? - pregunté

- Nada, solo debes de resistir esa tentación que te rodea y clamar a Dios por que llueva y puedas beber un poco de agua pura, mas no intentar beber esa agua salada por muy abundante que sea.

- ¿Y si no llueve?

- No pierdes nada, sabe, eso mismo sucede con las tentaciones de la carne, cuando le pruebas mas le quieres pero nunca te sacia de verdad, como agua salada solo aumenta el deseo con cada ves que lo haces, hasta causarte la muerte, mueres sediento y sin haber experimentado la plenitud de la felicidad, por ello debemos de abstenernos de tomar aunque parezca tan fácil.

- ¿Qué se puede hacer cuando ya se ha probado?

- Clama, clama luchito y yo te responderé, te daré las fuerzas para salir del fondo del abismo al que has caído y renovaras tus energías como las águilas. Te prometo que lloverá para ti agua abundante de gracia y plenitud, pero clama como lo has estado haciendo.

Me abrazó y se puso de pie, empezó a caminar en dirección a la salida del templo, quise detenerle,, quise darle gracias, mas no lo conseguí, sabia que ya estaba empezando a llover de nuevo y quería saborear la gracia que descendía.