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- Te estás poniendo viejo, Lucho – escuché. Era aquella voz que hace casi dos años me dijo adiós mientras se perdía en aquel pasill...


- Te estás poniendo viejo, Lucho – escuché.

Era aquella voz que hace casi dos años me dijo adiós mientras se perdía en aquel pasillo oscuro del que fue mi cuarto.

Dejé el teclado de mi compu y me giré hacia ella. Estaba en un rincón de mi oficina, sentada en una de las sillas de espera, con sus piernas cruzadas y su mano derecha sosteniendo su mentón, su mirada, aquellos ojos verdes, aquellos pequeños ojos verdes me observaban desde un rostro frio.

- ¿Así lo crees? Lilith – le pregunté.

Ella sonrió, una extraña sonrisa tenue que me causó desagrado.

Se levantó y se dirigió a la salida de mi oficina, abriendo la puerta me contesta:

- Es normal, estamos a mediados de enero. Todos los eneros te hace cambiar de expresión.

Y salió, me levanté tras de ella, tenía la certeza que quería que le siguiera, de otra forma no hubiese abierto la puerta, ella solo hubiera salido, a como lo hizo de mi vida.

Salí, diciéndome a mí mismo “no era ella” “aquellos ojos hermosos, no era ella”

La vi caminar hacia el patio posterior de la oficina, sentándose en un montículo que otrora fungía de base de un tanque de agua. Yo, fingiendo que recibía una llamada, fui tras ella, me senté a su lado. Ella, poniéndose unas gafas negras me dijo.

- ¿Recuerdas aquella foto del año pasado? – inmediatamente recordé una foto que ella me dijo entre bromas que no le gustaba, según  comentaba, en esa fotografía me miraba más viejo de lo normal.
Ese día fue gracioso, ella, después de ver la foto me observó y me dijo “pero si estas viejo, la foto dice la verdad". Ambos reímos.

- Lo recuerdo, me dijiste que estoy viejo.

- Pero no lo estás, bueno – sonriendo con picardía- no tan viejo a cómo te ves en cada enero.

- Quizás sea el viento, sabes, en enero hay mucho viento, se me reseca la piel, solo digo.

- Lucho, te vi a inicios de diciembre, lleno de esperanza, de expectativas, haciendo planes de recuperar tu vida, de volver a ser lo que eras, creías que, quizás, si tu plan funcionaba todo estaría bien.

Solo le deje hablar, no sabía hacia donde me quería llevar con esta conversación.

- Pero mírate, tu rostro, tu expresión, la de hoy, no es la misma que la de diciembre. Es como si cada diciembre entregas toda tu energía y en enero, ya consumido por la realidad te quedas vacío de nuevo.

- Lilith…

- Lucho, solo acéptalo, deja ir el pasado, y comienza a organizar tu vida, tu futuro.


- ¿Estarás ahí?

- No, ¿lo olvidas? Adiós – dijo mientras apuntaba hacia el jardín que está justo en la parte posterior de mi oficina.

Nunca lo veo porque se mantienen las ventanas cerradas, no había notado las flores que rodeaban a un pequeño cactus que crecía en su tiesto sin cuidado alguno, un pequeño cactus que empezaba a florecer.

No estaba seguro si era ella. Sus ojos eran diferentes, más grandes, más hermosos, ocultos detrás de unos lentes que magnificaban su ta...



No estaba seguro si era ella. Sus ojos eran diferentes, más grandes, más hermosos, ocultos detrás de unos lentes que magnificaban su tamaño.

Su cabello entre liso y crespo ondulaba con el viento cuando le deja soltar, su sonrisa detrás de aquellos labios pequeños era fascinante y misteriosa, era ingenua pero inteligente, sin aquella picardía característica, sin aquella maldad escondida. Hasta parecía bondad.

¿Era ella? Y si no lo era ¿Cómo entró a mi habitación a puertas cerradas mientras yo dormía? Y si era ella, ¿Porqué decidió regresar después de nuestro contundente adiós?

Yo solo me senté al lado de mi cama y le sonreí, ella rió también.
Me levanté, me dirigí al baño, ella ahí quedó, sentada en aquella silla al lado del armario.

Benji, mi perro, vino detrás de mí. Me sorprendió que no se inmutó ante su presencia. Es como si Benji la conocía. Hasta me pareció que le agradaba.

Por un momento pensé para mí, ”es hermosa" y sí, lo era. Estaba ataviada en una pijama amarilla con dibujos de unas plantas, que se ceñía a sus caderas delineando su cuerpo.

Es linda, pero es diferente. El rojo era su color, y las ropas transparentes su atuendo a estás horas, sin embargo la que estaba en mi habitación era más dulce, más tierna.

Cuando regresé ella ya no estaba, Benji se fue a acostar debajo de la silla que otrora ocupaba, mientras un aroma, discreto pero agradable llenó mi cuarto

¿Era ella? Y si no lo era, ¿Porqué mi corazón se siente tan bien con aquella visita?
No, no era ella, pero, si lo era, ¿Porqué no decidió quedarse como antes? Y se marchó.... como la última vez.

Quizás ella sea otra persona y quizás yo sea otro Luis.





Me levanté a buscarla,  era imposible, ya se había marchado confundida con la tinta negra que la noche derrama. La noche en vela...

Me levanté a buscarla, 
era imposible,
ya se había marchado confundida con la tinta negra que la noche derrama.


La noche en vela recordando cada palabra, 
cada equivocación.
“¿Y si realmente la necesito?” 
La duda que invadió mis maquinaciones.

Necesitar el frío para anhelar el calor, 
necesitar el abandono para desear la cercanía, 
clamar por incertidumbre cuando necesitamos la fe.

Realmente necesito que aquel espectro oscuro y luminoso irradiara su llanto para experimentar la alegría.

Ya no soy el mismo. 
Y tengo que reconocerlo, 
estos años con Lilith marcaron realmente mi vida.

Salí al área del lavado, 
en el patio embalsado de la casa. 
Ahí me recosté en la humedad de aquel piso sucio con la esperanza de que apareciera, 
como lo hizo en Quilalí, 
como lo hizo en Waspam cuando igual a esta ocasión terminamos.

No lo hizo.
No lo hizo y me he percatado sólo.
Sólo y la esperanza que aquella que me llevaba al averno vuelva para volver con ella al cielo.

- No Lilith, no es suficiente. Ella se levantó de su silla y se acercó a mí, sentose al lado de mi cama y sonrió con tristeza. ¡Cuánto me du...

- No Lilith, no es suficiente.

Ella se levantó de su silla y se acercó a mí, sentose al lado de mi cama y sonrió con tristeza.

¡Cuánto me duelen esas sonrisas!

Tomó un mechón de su cabello que ya cubría su rostro frío y se lo acomodó detrás de su oreja.

- Listo, me voy entonces. - me dijo sin ver mi rostro, así huyendo su mirada, reflejos de un corazón roto.


- No sé - conteste, solo quería decir la primer palabra pero el orgullo sumó la segunda.

La casa estaba en silencio y las chicas de los demás cuarto de aquel alquiler seguramente dormían.

Lilith se reincorporó, acomodando su vestido negro como el cielo nocturno, sin verme sólo hizo un ademán de despedida con su mano izquierda.

- Espera – Creí haber dicho, tan sólo fue un pensamiento sofocado por el ego machista que destroza mi consciencia.

- Adiós Luis. – me dijo.

“Yo no soy Luis para ti, nunca me has llamado por ese nombre” pensé lleno de angustia pero no salían palabras de mi boca .

Entendí que mi nombre en ese momento significa un adiós rotundo e indefinido.

Y así, sin mas se retiró por aquella puerta cerrada mezclándose con las penumbras del pasillo.

Esa noche se marchó, y hoy he vuelto a estar sólo completamente, deseando recuperar la compañía de aquel espectro que una madrugada de abril apareció en mis pesadillas y habitó en mi lucidez. 


- No lo hagas – me dijo – creerán que estás loco. - ¿A qué te refieres? – pregunté observándola a los ojos - A eso – contestó refiriéndose a...

- No lo hagas – me dijo – creerán que estás loco.
- ¿A qué te refieres? – pregunté observándola a los ojos
- A eso – contestó refiriéndose a mi rostro.
El agua caía bañando su cabello negro el cual se escurría sobre sus hombros.
- Aun no te entiendo – frunciendo mi ceja en señal de confusión.
- Lo sigues haciendo, la gente te observa desde sus ventanas, esa señora ya está dudando de tu cordura.
- Ah, ¿te refieres a ir hablando contigo? Tranquila, por eso llevo los audífonos puestos, creerán que hablo por teléfono.
- No, no es eso, es a lo demás.
La lluvia se hacía más intensa, haciendo que una canaleta del techo por donde pasábamos arrojara un chorro fuerte de agua como si una ducha se tratara, no resistí la tentación y me abalance bajo él, bañándome por completo de aquella agua fría y agradable.
Lilith me observó unos pasos atrás cruzando sus brazos y agitando su pie impaciente y molesta.
- Listo Lucho, no me acuses a mí si luego la gente de Chinandega comience a señalarte por las calles o llamen al manicomio.
- Vamos Lilith, sigo sin entenderte.
- ¿Te das cuenta que estas completamente mojado?
- Si…
- ¿Y que está lloviendo a cantaros?
- Aja… estamos en invierno, es normal.
- Ok, y lo estas disfrutando.
- Claro
- A eso me refiero.
Lilith se recostó en la pared mientras yo seguía bajo el chorro de agua que cual cascada caía sobre mí diluyendo mi estrés.
- Lucho, la gente normal huye de la lluvia, se compra paraguas, esperan en un bajarete a que pase, o sencillamente no sale. La gente normal no disfruta mojarse, cuando eso sucede maldicen la lluvia, las nubes y al “estúpido clima” se encolerizan incluso con Dios acusándoles por el frio que sienten. Mientras tú te bañas como si fueras un niño, arruinando tus zapatillas, tu ropa y tu peinado, y lo peor sonríes, ¡Estas sonriendo!
- Claro Lilith, ¿Por qué tendría que rechazar este maravilloso regalo? La oportunidad de ser niño de nuevo, andar por ahí mojado sin que nadie te diga que luego te vas a enfermar, ¡dejar que el espíritu juvenil salga!
- ¡Ay Luchito!
- Vamos Lilith, mejor ven acá que aquí hay espacio. Que la gente crea que estoy loco, de todas formas las mejores personas lo estamos. Además que mayor locura puede haber que la de aquel hombre que disfruta vivir con aquella que le puede hacer morir.
Lilith sonrió maléficamente y se acercó a brincar bajo la lluvia, siguiendo por las calles en búsqueda de un mejor chorro de agua que nos quitara el estrés de sabernos vivos.

Cuando las luces se vayan apagando y la oscuridad gobierne mi nada quiero que estés ahí ahí con tu mirada tu perfume de azahar y l...

Cuando las luces se vayan apagando
y la oscuridad gobierne mi nada
quiero que estés ahí
ahí con tu mirada
tu perfume de azahar
y la certeza de tu amor.

Cuando me reduzca a polvo
a lamentos y llantos
cuando se evapore la ultima lagrima
cuando se marchite la flor
quiero que estés ahí
cual bálsamo agradable 
confortando mis dolores
rearmando mi existencia
escribiendo mi epitafio
ahí, en donde te necesito
ahí, en donde solo tú bastas.

Cuando mi nombre sea olvidado
y mis palabras se vayan con el viento
cuando mi rostro marchito 
ya no aparezca en las memorias del olvido
quiero que estés ahí,
ahí contando mi leyenda
ahí recitando mis poemas
ahí resurgiendo mis sueños.

Cuando ya la vanidad se agote
y se espume como las olas mi ser
quiero que estés ahí
tú rostro imprimiendo en el mio
tu sonrisa y tu mirar
tu corazón habitando en mi pecho
y tu amor purificando mi infidelidad.

Quiero que estés ahí
trasmitiendo mis anhelos a una nueva generación
cumpliendo mis sueños en los que vendrán
y animando a otros 
con la dedicación de un amigo
con el ímpetu de un platónico amor.