Cuando veo tu rostro Señor rodeado de luz y pureza y mis manos sucias y fétidas manchadas del carmesí de tu sangre no entiendo tu locura...

Cuando veo tu rostro Señor
rodeado de luz y pureza
y mis manos sucias y fétidas
manchadas del carmesí de tu sangre
no entiendo tu locura de amor
no entiendo porqué tienes que amarme...

Mírame Señor,
no soy nada
mis pecados rodean de espinas tu frente
mis pasos cada ves te empujan al calvario
¡Soy la causa de tu muerte!!!

Cual ángel caído mi soberbia me envuelve
mis oídos se gozan de halagos 
lusbel es humilde frente al orgullo que me corroe
y las palabras de odio que salen de mis labios.

No me ames Señor, no lo merezco
he de fayarte mil y una ves
No me ames Señor, dejame muerto
No tienes por mí que padecer.

No me escuchas y te entregas
me ves como padre ante su campeón
tu manto me cubre, tu sangre me riega
demostrando el verdadero significado del amor.

Me amas aunque no lo merezco
Me amas aunque no te devuelvo amor.

Todos se fueron. Yo me quedé ahí, sentado en la tarima de la casa pastoral, en el piso quedaban aun restos de emoción, energía y juventud....

Todos se fueron. Yo me quedé ahí, sentado en la tarima de la casa pastoral, en el piso quedaban aun restos de emoción, energía y juventud. Los restos de una rosa, que recién se habían usado en una danza, recordaban el poder de los jóvenes cuando usan su energía correctamente. Más, no me sentía bien.

Ahí en la completa oscuridad sin más compañía que aquellos pétalos de rosa en el piso y la oscuridad, oh sí, la oscuridad, mi albergue de melancolía, en donde nadie puede observar mis lágrimas, en donde puedo arrugar mi rostro cargado de cansancio  y golpear mi pecho cargado de pecados. Ahí, en mi albergue seguro de emociones, me tiré al piso, y derrame todo mi pecho que contenía aquellas palabras, con el pensamiento recurrente de desistir, de abandonarlo todo, de tirar la cruz y seguir mi propio camino, de dejar de ser y empezar a no ser.

Repentinamente escucho unos pasos, un caminar muy conocido, no lo puedo creer, el sonido de sus zapatos resonó todo el auditorio de la casa pastoral y avanzaba en completa oscuridad hacia mí. ¿Será él?

- Lucho, hijo - sus palabras, mi corazón se conmovió, un dolor semejante al de una aguja atravesándolo hizo mover mi mano a mi pecho.

No puedo creer tanto tiempo tengo de no verlo, y en la oscuridad perfecta aparece.

- ¿Puedo sentarme acá? - preguntó yo me quedé pasmado de asombro no hice otra cosa que abrazarlo, abrazarlo con fuerzas

En su pecho se soltaron mis lágrimas, mis brazos le cubrieron completamente, no sé si fueron minutos u horas, pero recostado a él el tiempo se vuelve indefinible.

- Tranquilo Luchito, aquí estoy, yo te lo prometí - decía mientras acariciaba mi cabeza con sus suaves manos, esas manos marcadas con el amor.

 - Te he extrañado tanto - le dije, desde que vivía en Waspam no le había visto, me he sentido tan solo en medio de estas multitudes, cuando el escenario se torna vacío una sola sonrisa bastaría, cuando las velas se apagan y el inciencio deja de subir hasta el altar la luz de un "sigue" me colmaría de esperanza, mas no lo obtengo, solo mi impulso hueco de continuar, solo mi autocompasión diciéndome que lo estoy haciendo para Dios, que todo el sacrificio vale la pena. No es suficiente.

Lo abrace y me quedé perdido en sus brazos, en su corazón ardiente.

- Hijo, yo no te he dejado, nunca lo haría, créeme - me dijo y se sentó observando el auditorio. Su mirada tierna me conmueve.

- Vino bastante gente, te felicito - me dijo - pero, en tu corazón persiste aquel vacío, ¿Por qué?

- No lo sé, siento que esto es inútil. Sabes, el lema del evento era: bellas en las manos del rey, y temo que aun tus manos están vacías. Este esfuerzo no tiene sentido, quiero que te conozcan, pero no logro llevarlos a ti.

- Tranquilo, ven te mostraré algo - me dijo tomándome de la mano, me sentí como un niño con su papá, y así era. Caminó y yo le seguía, estaba oscuro pero sé que mi pie no puede tropezar ya que él me conduce.

Bajamos las gradas del escenario y nos dirigimos a una de las sillas.

- Siéntate acá - me dijo - mira hacia el escenario - estaba completamente en penumbras, más aun así le obedecí. Me senté, respiré profundamente y cerré mis ojos para observar mejor.

Repentinamente apareció Marcos* ensayando en el escenario, en su pecho se miraba una luz tenue, estaba solo, mas practicaba su papel en una de las obras a presentarse con esmero. Él estaba ahí viéndolo sonriente, Marcos no lo notaba, él empezó a aplaudir emocionado por la obra que Marcos ensayaba, me sonreí, para mi sorpresa Marcos volteó hacia donde se encontraba él, fue intuitivo, aparentemente no vio más, y siguió con su ensayo.

- Lo aprecias - me preguntó - su corazón se está preparando para conocerme.

- Sabes - me dijo - muchas veces, las cosas más sencillas abonan en el corazón de estos jóvenes una chispa que germinara en un sol, ellos son luz del mundo, necesitan una razón para mantenerse brillando.

- Por favor, dales esa razón - me dijo mientras tomaba mi hombro - quiero que me amen, quiero que los ames, solo así sabré que me amas.

- Yo te amo - le contesté - yo te amo

- Lo sé, pero eso es lo que pido de tu amor, no desistas.

No, no lo haré.

                                                                                                                 
      * El nombre fue cambiado